Visitamos la basilica de Santa Engracia, con su techumbre renacentista y su retablo principal mezclando fresco y bajo relieve de tal  modo que logra un efeto de martires en 3D que nos asombra. Comentamos la anécdota de la parrilla de San Lorenzo y admiramos la fuente con se precioso patio con cerámicas.  Vamos por el coso hasta el mercado central. Un compañero asegura que en la tienda de la esquina tienen el mejor pan de la zona. Como el resto, guiados por el prejuicio de las apariencias del local, lo ponemos en solfa, decidimos realizar UNA PRUEBA EMPÍRICA, compramos un barra y comunicamos como buenos hermanos. La cosa queda -sin ser maravillosa- en realmente aceptable.

Curioseamos, ya que estamos la cordelería testimonial de las varias que había antaño por la zona. Tocamos una cuerda autentica como si nos fuera dado un viaje táctil en el tiempo. Ayuda vislumbrar en los escaparates de el Pequeño Catalán la exposición de trajes de semana santa para devotos cofrades.

Nos dirigimos por al lado izquierdo del Ebro por el camino que discurre junto al club Helios, donde curioseamos los graffiti del pasadizo y nos embelesamos con el grácil navegar de los patos en las charcas de la rivera del rio.

Atravesamos el puente de la química por el carril peatonal y nos sentamos en los bancos para admirar ora el norte ora el sur la nueva y la vieja Zaragoza (eso sí atacados por el cierzo en todas las posiciones). Nos dirigimos a Caixaforum donde disfrutamos de la actividad leitmotiv de la semana de la exposición de las nuevas tecnologías.

Un compañero experimenta la cuádruple polea para levantar pesos, ve reflejada sus ondas cerebrales (constando cree el sus poderes) y batalla el el tuvo que mueve la bola con la mente.