El Meca duda de Rissoto
El Meca consideraba a Rissoto, como miembro de la banda, poco de fiar desde que lo detuvieron por el asunto del Pecas y en vez de aguantarse con lo suyo, se cagó en el interrogatorio y delató al Pecas, que no había levantado sospechas ni tenía por qué meterlo sin más.
Rissoto explicó que el miedo le pudo, que le pidió perdón día sí, día también, que le intentó compensar por la faena, haciéndole favores durante mucho tiempo y que le contaba las “noticias” -estar al día era su especialidad- para entretenerlo y darle vidilla en el talego mientras duró la condena de los dos.
Cuando salieron se les dejó volver a la banda con la condición de no remover las cosas del pasado. El Meca le habría dado esquinazo a Rissoto a no ser por lo espabilado que resultaba de cebo o explorador, pero procuraba ocultarle partes del plan como precaución, por si las moscas les traicionaba.1 Pero Rissoto sólo hacía que pedir que se le tratara como uno más, que se debía estar a las duras y a las maduras, que no valía exigir mucho y dar poco a la hora del reparto.
-¿No te conseguí ese chalet tan fácil de entrar y tan lleno de joyas, portátiles, y relojes? Y en cambio me tratáis como si me encargara de silbar si viene alguien por la esquina. ¿Y no me curré a la piba esa para sacarle la clave de la caja fuerte y las llaves de la casa? ¿Hasta cuándo me vais a dar las migajas como un mindundi haciéndome pagar aquel fallo que tuve?
-Alto ahí, que de eso habíamos quedado que ni tocarlo.
El Meca le iba dando largas, pero ya no sabía como recortarle con el tremendo esfuerzo que hacía para aportar asuntos y con tantas ideas propias que casi los planes salían solos. El Meca estaba desconcertado. No sabía si liquidarlo de una vez, si reconocer que le necesitaban y tratarlo como uno más, si hacerle una prueba de confianza para perdonarlo o para que se equivocara y fuera fácil darle puerta. Para poner fin a las dudas de que un jefe de pro no debe albergar mucho tiempo sin aparecer debilucho, ideó una estratagema para pillarlo en un renuncio si era verdad lo que todos sospechaban.2 Con el objeto de poner al descubierto si era un bocas, le “confesó” en confianza y bajo amenaza si revelaba el secreto, que habían dejado la cosa con la Marga, que no lo dijera a ningún compañero. Los colegas, compinchados, les invitaron a tres o cuatro rondas de cervezas mientras la piba se dejaba ver bailando matraca. -Fíjate la Marga qué buena que está. -Si no fuera la novia del Meca le tiraba los tejos -añadió el Pecas- me encanta cómo se mueve y su manera de ser. -Tu estás enamorado en secreto, pero mientras esté con el Meca no tienes nada que hacer. -Igual un día lo dejan y podría tener una oportunidad, siempre que no le molestara al colegui. Rissoto observaba cómo se les caía la baba mirando a Marga y las ilusiones que se hacían, pero no soltó prenda sobre qué le parecía a él. La segunda prueba fue darle el encargo de vender unas joyas al perista de confianza, también instruido y avisado, de que al final del trato le añadiría 1000 pavos de más para que le trajera unos complementos que tenía la novia del que robaron y de la que sabía la dirección, cosa de coser y cantar ¿Se quedaría lo de más? ¿les pasaría el chivatazo? Nada de eso, entregó los 10000 del lote vendido más las mil adelantadas por entrar en la casa de la novia del piso del ultimo trabajo. Al final el Meca tuvo que ir a por todas: le tendió una trampa para que le cogieran en casa de un amigo a donde le enviaron a afanar coca que sabían donde se guardaba y los mismos compañeros llamaron a la poli para que le pillasen y así ver cómo respondía, si delataba o se derrumbaba. Desde luego la coca no era auténtica, porque una cosa era ponerle a prueba y otra meterle otra vez a la trena porque sí. Rissoto pasaba todas las trampas, por lo que el Meca no tuvo otro remedio que hacerle fijo definitivamente poniéndolo a medias en el botín y explicándole en confianza las cosas. Pero desgraciadamente para él, era demasiado tarde y el rencor por las faenas y desprecios había llegado a un punto de no retorno. Que injusto podría parecer que precisamente cuando el Meca le aceptó de corazón, poniéndole en antecedentes de las esperas, pruebas y trampas, el abrazo que le dio que debiera llenarle de orgullo tuvo el efecto contrario en Rissoto: había crecido, mientras tanto, como los hierbajos en la cuneta, una especie de voluntad contraria, nutrida de humillación, engaño y deprecio, una bestia negra dentro de él alimentada tanto por la sinrazón como por las mentiras. En el momento en que debía sentirse reparado, calmado, perdonado y curado, resultó que un espíritu rebelde resentido surgió de una forma irracional y lo poseyó para hacerle otro. La evolución no fue necesariamente a mejor. Decidió darles un escarmiento a los desagradecidos de la banda del Meca y desaparecer del mapa. Robó el último botín, el dinero de reserva y los alijos pendientes. El Meca y los otros al entrar al local y ver el desaguisado dijeron a coro: -¡El Rissoto!!! No había mayor necesidad de aclarar lo que había que hacer y sin lloriqueos ni quejas impropias de gente tan curtida en mil batallas, enseguida se pusieron a reparar los fondos, lo cual no fue óbice para que se llevara a cabo el silencioso mandato que les comprometía a todos, de que el primero que le diera caza lo escarmentara de la forma que considerara oportuna. De todo lo malo sale algo bueno y en este caso el Meca se juramentó: “NUNCA MÁS PERDONARÉ A NADIE”. COMENTARIOS #sagaMeca #desconfianza #resentimiento #venganza #ambivalencia En esta ocasión el cuento utiliza una jerga que les resulta muy familiar al grupo, gente de la calle en su mayoría, que lo usan en su vida diaria, lo que hace que la historia les resulte cercana a sus experiencias y modos de vida. Rissoto ha fallado a las reglas del grupo de la banda del Meca, según las cuales sería imperdonable, pero él intenta compensarles aportando a la banda muchas ideas de robo que resultan muy beneficiosas, a los ladrones, claro está. Se vuelve como quien dice imprescindible y por ello quisiera hacerse perdonar. La catadura moral censurable de Rissoto y su tremenda utilidad son dos valores que entran en conflicto. El modo de aceptar a Rissoto de vuelta a la banda resulta ser ambivalente: por un lado parece haberle perdonado, incluso prohíbe hablar del pasado, pero por otro lado no se fía de él (ocultándole parte de los planes, haciéndole pagar en forma de menor parte de botín las culpas teóricamente perdonadas). Esta ambivalencia es perfectamente captada por Rissoto, que intenta combatirla aportando ingenio y lealtad inquebrantable. Esta es una especie de guerra ‘silenciosa’, una escisión interna o estructural de la banda. El modo de resolver del Meca es ponerle a Rissoto tres pruebas de fiabilidad, lealtad sexual, tentación económica y no delatar. Aunque Rissoto pasa todas las pruebas, el Meca en cambio no las pasa. Sin saberlo también estaba siendo juzgado como buen líder, justo y coherente con su palabra dada. El éxito de las pruebas pasadas es el fracaso del jefe. Como castigo por el trato imperdonable que Rissoto considera que se le ha dado, les roba el botín y les abandona. La conclusión paradójica del Meca es que nunca más perdonará a nadie, no que nunca más se las hará pagar a uno que se supone había perdonado. La paradoja moral es paradoja al cuadrado, porque no se perdonaba lo que se dijo haber perdonado y cuando se perdona de verdad entonces el perdonado no acepta ya el perdón. Llama la atención la conclusión porque desvela el mecanismo del perdón a través de la ironía y la deducción al absurdo. NOTAS TÉCNICAS 1En este punto el narrador hace una pausa para hablar de la parábola del hijo pródigo, que permite, además de crear cierto suspense, contrastar las diversas maneras de acoger a quien se ha equivocado (dándole una oportunidad nueva, con generosidad, con desdén, con desconfianza..) 2Las tres dudas son representadas con la colaboración voluntaria de algunos participantes (duchos en la materia, por otra parte, ocasión en la que pueden lucirse con su interpretación) Previamente a la sesión se han ensayado los fragmentos sin explicarles el conjunto, para que tuviera efecto sorpresa incluso para los actores.