Trampas con las papeletas
D os amigos se tendieron en la hierba, un día radiante en el que la primavera recién advenida les inundaba y llenaba de vitalidad. Era uno se esos instantes en los que parecía que había una eternidad por delante y una nada por detrás.
Lo que tienen la euforia y el entusiasmo que ciegan o nublan la razón. Así parecía suceder entre ellos que hablaban, sin dejar de mirar el cielo azul, del asunto de las dos chicas con las que llevaban saliendo en grupo las últimas semanas.
-¿A ti te gusta Marta, no?
-Tiene su punto de atractivo, pero casi me parece mejor Coral. Las dos son muy majas, la verdad. De cualquiera de las dos me podría enamorar sin lugar a dudas.
-Marta es guapa, leal, buena conversadora, tiene una sonrisa preciosa, es una excelente persona y genial en sus opiniones. Coral es muy atractiva, con esos ojos claros que tiene, cariñosa, divertida, apasionada..
En broma primero, pero más en serio de lo que disimulaban en plan jocoso, decidieron poner unos papelitos con los nombres y elegir al azar con quien probarían suerte las próximas veces que salieran. En ese momento era todas las noches, por lo que en ese mismo día se podían hacer maniobras en las que las cosas podrían tomar el rumbo de dar tumbos.
Está mal. Muy mal. Pero Carlos no pudo evitar hacer la pequeña trampa de poner “Coral” en los dos papeles, por lo que al darle a elegir primero a Roberto salió “Coral” como era previsible y por deducción –sin necesidad de abrir la otra papeleta- Carlos tuvo en “suerte” auto nombrarse candidato para intentar fines sentimentales con Marta.
Pasando por alto la minucia de la traición rastrera que la fuerza de la atracción había arrancado tan fácilmente a la lealtad entre amigos, cumplieron a rajatabla la promesa de respetarse, de ayudarse en todo y de no entorpecer las decisiones tomadas aunque hubieran sido capricho del azar o fruto del destino.
Empezaron a salir al poco como parejas, Carlos con Marta y Roberto con Coral.
A Carlos le fueron muy bien las cosas. Acabó los estudios de empresariales y rápidamente el padre de Marta le colocó en una empresa importante. A partir de ahí todo fue miel sobre hojuelas1
Su vida estuvo llena de éxitos profesionales. De vez en cuando se le veía en los medios de comunicación hablando con rotundidad de experto de los déficits, superávits, la demanda agregada y los réditos marginales, la deflación o la desaceleración transitoria.
Los derroteros de Roberto estuvieron marcados por una fiebre de idealismo extremo, cosa que le hizo preocuparse más de la sagrada misión de la revolución maoísta, la guerra de indochina, la contracultura, la guerrilla urbana, la liberación de la mujer y toda clase de movimientos de cambio convulso del mundo, cuya trascendencia impidió que se ocupara de la prosaica labor de desarrollar un oficio con el que ganarse la vida, a no ser que entendamos que ganarse la vida es lo mismo que ganar a la vida, vivirla a su manera de forma que la vida no te obligue a vivir tiranizado.
Roberto tuvo que trabajar ocasionalmente en una fábrica de cables, arguyendo que iba a investigar el movimiento sindical, en la construcción, de camarero en varios chiringuitos, de carpintero de madera gruesa y de vigilante de garaje2.
Siempre sabía aparecer por encima de la vulgaridad con ropas gastadas y sucias que no lograban desmerecer el refulgente afán meritorio de salvar al mundo, ni apagaban el brillo iluminado de sus ojos.
Roberto había conseguido arrastrar a Coral por sótanos, palomares, habitaciones cutres compartidas por “camaradas” desfavorecidos por la fortuna con los que congeniaba cerveza va, cerveza viene. Estuvieron acampados en infinidad de sofás de “unos amigos muy majos que he conocido” roídos y desfondados por el duro sufrir de la pobreza.
Coral, para hacer más llevadera la incomodidad de grupi revolucionaria, había comenzado a tomar algunas drogas que suplían las carencias de su sistema de vida y decoraban con los ambientes lumpen que les tocaba compartir con alegría artificial.
Cuando Coral comenzó a tomar heroína las cosas se torcieron y la colaboración con la misión trasformadora del mundo dejó mucho que desear. Apenas consistía en unas donaciones económicas que obtenía mediante la prostitución, aunque la heroína se llevaba el grueso de las ganancias.
Al principio le compensaba con regalos, preciosos libros y caras chupas de cuero decoradas y Roberto estaba muy desconcertado, sin saber si alegrarse o deprimirse, por cierta actividad sexual frenética que tenía Coral con él, como intentando lavar las practicas sucias a las que se veía obligada repitiéndolas limpias en el sofá del amor que todo lo cura.
Luego el dinero comenzó a ser insuficiente, las ausencias eran días, semanas y finalmente murió de sobredosis.
Roberto, que parecía hasta ese día, condescendiente, displicente y alejado en todo lo relativo a Coral, de repente descubrió que la quería, aunque su querer sólo se había manifestado hasta ese fatídico desenlace en hilillos de pasión momentánea, bajo mínimos, por así decir.
De pronto la muerte descubría el amor aparcado, el amor dormido, el amor minimalista, adelgazado como las patitas estiradas de los elefantes de Dalí.
Todo su amor era como una bolsa de petróleo comprimida en el subsuelo, que al perforarse con el taladro del sufrir estallase en forma de duelo y crisis de los valores.
Había visto en un bar en el que se consolaba con un vaso de vino de baratillo –su economía estaba ya finiquitada-3a su amigo Carlitos, trasformado en Don Carlos Miralles, saliendo por la televisión hablando de crisis financiera (“que sabría el de crisis!” -pensó con amargura), los bonos basura, los paraísos fiscales (“que sabría el del paraíso” -musitó agriamente-) y decidió recurrir a la antigua amistad para ver si le ayudaba a encauzar su vida de una manera provechosa.
Consiguió el teléfono a través de familiares y amigos indirectos.
La zona residencial en la que vivía su amigo le pareció un mundo desconocido, un mundo fuera del mundo que conocía hasta entonces, exclusivo y que le asustaba, aunque también le atraía.
Roberto se había tenido que ausentar el día en el que habían quedado y delegó en Marta el recibimiento, excusándose por las obligaciones a las que le sometían sus múltiples ocupaciones.
Realmente fue un alivió la alegría con la que Marta le abrazó, ofreciéndole la habitación de huéspedes, todo el tiempo que quisiera en apoyo solidario y pensando que la muerte de su ex amiga Coral había sido poco menos que un accidente automovilístico, cosa que Carlos no tuvo mayor interés en aclarar.
Don Carlos Miralles le prometió ayuda, aunque parecía no tener ninguna prisa en gestionarla. Estuvo encantado de que Marta tuviera compañía y así poder ahorrarse recriminaciones desagradables de falta de atención y de ofrecer una calidad amorosa discutible.
Para resultar útil comenzó a arreglar el jardín, ocuparse del mantenimiento de la casa y hacer de chofer y recadero, convirtiéndose poco a poco en hombre para todo y cada vez más necesario para el equilibrio inestable de la familia. Incluso Don Carlos se lo llevaba para arrastrar el carrito de palos de golf y darle ánimos o entretenimiento en los viajes.
La confianza fue en aumento, así como el cariño que sentían unos por “el del medio” y el del medio por sus fuertes apoyos laterales. El mediador acabó por convertirse en el hijo que no tenían, el verdadero amigo que tampoco, el padre que ya había fallecido dejándoles todas las empresas, el consejero áulico, el animador de tertulias.
Un día Marta le confesó que había estado prendada de él cuando salían juntos, en una época que para ella fue la más maravillosa de su vida. Pero desgraciadamente vio que la inclinación no era respondida y respetó que saliera con Coral, en vez de ser ella la elegida, y se resignó a salir con Carlos.
Pensó que con el tiempo sentiría lo que tuviera que sentir, pero que no sentía del todo, y pronto la relación fue una cuestión de costumbre, de dejarse llevar como también se había dejado arrastrar por la fuerte personalidad de su padre. Carlos se había convertido en una especie de figura paternal, sin que por suerte lo fuera realmente y el amor entre hombre y mujer se diluyó, desapareció en los recodos de lo paterno, lo filial y lo fraternal.
En otra ocasión Carlos le confesó en un rapto de sinceridad –influido notablemente por una botella de Don Perignon- que había sido el cliente principal de Coral.
Y otro día, más adelante Marta y Roberto se liaron en secreto, aunque no se sabe si el secreto era consentido por parte de Carlos por desidia, desinterés, ceguera o culpa.
Lo que no pudo ser realidad en su época juvenil llegó a serlo en la edad madura, pero en vez de suceder de forma voluntaria, oficial, con ilusión, o al menos sin trampas de papeletas, ocurrió como una hecatombe, como la fuerza arrasadora de una maldición como si la vida primero te quitase lo que quieres y luego te escupiera masticado lo que te ha robado.
COMENTARIOS
#sagaPoblaciones #drogas #engaño #idealismo #infidelidad #poder
En el inicio de la relación de pareja de dos amigos hay una trampa. Se eligen por engaño, consistiendo tanto en recurrir al azar como en falsearlo para elegir pareja, en vez de la forma natural. Quizá en en el inicio está prefigurado el final, porque las dos relaciones acaban mal, una por las drogas y la otra por dejadez.
Uno de los amigos triunfa socialmente (economista de prestigio) y el otro vive su empeño idealista (causas revolucionarias). Ambos tipos de vida son opuestos (a favor y contra el sistema económico y social). Obviamente, ir contracorriente tiene un precio mucho más alto que ir a favor.
Coral se ve arrastrada por el tipo de vida irregular al que la lleva Roberto. Acaba consumiendo heroína y muriendo de sobredosis. Roberto descubre entonces que su vida estaba basada en un sacrificio mal calculado del amor por Coral y entra en crisis de todos los valores. Solicita ayuda a sus antiguos amigos a ‘Carlitos, el famoso economista y a Marta.
En la pareja que le acoge cumple un papel funcional de hombre para todo, hacer favores, llevar el carrito de golf, entretener a Marta, hacer de paño de lágrimas, etc. En cierto modo es la muleta en la que se apoya la pareja en decadencia para no caer del todo.
Finalmente ocurre que Roberto y Marta se enamoran.
Se comparan los amores ‘limpios’ juveniles con los ‘caóticos’ de adultos con una vida detrás.
NOTAS TÉCNICAS
1 Pasta confeccionada con hojas de harina, huevo y azúcar. El narrador pide al público expresiones alternativas (“viento en popa y a toda vela” “nacido estrellado”, “protegido de la diosa fortuna”..)
2 Pedimos a los presentes que aporten a la enumeración de oficios los que creen que podría haber ejercido el protagonista. (“almacenero”, “peón industrial”, etc.)
3 Lista de propuestas similares (“acabada”,”kaput”, “terminada”, “arruinado”…).