A derechas y al revés
Remi trabajaba en el bar. Recorría la barra de un extremo al otro como si se tratara del péndulo de Foucault1, aunque en vez de tener un movimiento uniforme perpetuo, se iba trasformando en un cuerpo acelerado en caída libre.
De pronto se detuvo en seco delante de un cliente que le pidió algo. Lo oyó pero no lo escuchó, contra más intentaba elevar la voz, exageraba los ademanes y forzaba las muecas de disgusto por no ser atendido o por recibir como quien dice la puerta de la ignorancia en las narices.
-!Ostras! -gritó Remi de pronto, saliendo del aturdimiento2– !Las zapatillas!
-!Las olivas!, ¡que no te enteras! -protestó airado el cliente cuya voz había resbalado en el muro de la distracción del camarero.
Remi había recordado de pronto que se había olvidado de su promesa de recoger un encargo en la zapatería que pillaba de camino al trabajo.3
-¿No me fallarás?, eh, -le había avisado como trayendo a colación el tráiler de una tragedia-.
-Qué cosas absurdas se te ocurren… !Cómo voy a fallarte en una cosa que es tan importante para ti y que me he comprometido bajo pena de ser enviado al extrarradio de tu vida!
Pero lo temido se realizaba sin pedir permiso, como si el camino del recuerdo se hubiera cortado con el pedrusco de las vanas promesas, embarrado por juramentos ilusorios.
Agobiado por el desaguisado no se le ocurrió otra cosa para salir del paso que pedir permiso para salir un momento a tirar una carta importante al buzón.
-Nada, un minuto y vuelvo. -aseguró.
Se le ocurrió la treta4, de coger el autobús para acercarse a la zapatería en un plisplas y antes de que nadie le echara de menos estaría de vuelta.
Tenía tanta prisa que se le olvidó coger la chaqueta, en la que tenía el dinero, el resguardo del pedido de la tienda y la tarjeta de bus. La prisa tiene algo de ciega y atolondrada. Cuando estaba ya en la parada y fue a sacar el bono bus del bolsillo de la cazadora como tenía por costumbre se percató que no la llevaba puesta.
El autobús llegaba, había que tomar una decisión. Subió nervioso mirando entre las amapolas de las cabezas, el nardo del revisor, inquieto, nervioso por la posibilidad de que entrara el vigilante en cualquier parada, dispuesto a saltar para no ser pillado si fuere necesario, preparando mentalmente lo que diría en la tienda para que le dieran el paquete sin resguardo, preocupado por el revisor del viaje de vuelta, dispuesto a correr para llegar lo menos tarde posible al bar, en el que se imaginaba al encargado, Roberto, refunfuñando
-!Qué morro! Se va para un minuto y tarda media hora!
Para mayor zozobra se imaginaba a su mujer enterándose del desaguisado y acusándole de no tener suficiente interés, por ser un bocazas, un prometedor del tres al cuarto, un irresponsable y alguien de poco de fiar.
En medio del tormento, aturdido de tanto mirar por si venía el inspector, Remi no se dio cuenta de que se había equivocado de autobús. Con los , 33, 39 y 38 se confunden porque todo son treses menos la cifra final, más supuesta que percibida, por ahorrar tiempo a costa de precisión, debido a la prisa que se lleva. Además derecha, izquierda, arriba abajo, ¿qué son esas formas de repartir el espacio que cambian caprichosamente si uno piensa hacia al norte o hacia el sur, si uno corre hacia el este o al oeste.?
Las calles no le sonaban de nada, así que decidió permanecer en el autobús un poco más hasta encontrar alguna plaza, avenida o monumento que le pudiera orientar y así tomar el camino de vuelta adecuado.
Esperó, esperó, pero nada conocido apareció.
En medio de un descampado el conductor le dijo:
-Tiene que bajar aquí, porque es final de trayecto y ya me voy a cocheras!
-¿Y no pasa algún otro autobús de vuelta? -preguntó Remi.
-Mañana por la mañana -zanjó brusco el conductor, cansado de aguantar viajeros pesados que incluso le parecía que se habían colado de gorra.
-¿Y no me podría dejar llamar por teléfono al trabajo para avisar de que no podré volver porque me he encontrado indispuesto de pronto? -se atrevió a pedirle por si el pedrusco insensible se ablandaba por motivos humanitarios.
-Sólo faltaba eso, ¡encima de gorrón, mentiroso! -le espetó, abriendo la puerta y señalando de forma expeditiva el agujero a la nada por el cual debía tirarse.
Caminó más que sin rumbo, con la idea de que las casas que se veían a lo lejos debían ser el inicio de la ciudad pero sin saber lo dispersas, alejadas y perdidas que en realidad estaban.
No era muy consciente de estar equivocado otra vez porque su mente dibujaba escenas de disculpa con su compañeros, con su jefe, con su mujer y con su amigo que había quedado para presentarle a la novia: 5
-Iba a tirar una carta cuando de pronto pasó una bici a toda velocidad y !zas! Me atropelló. Tuve que ir a urgencias porque me di un golpe en la cabeza y me quedé desmayado en el suelo
-Iba a tirar una carta y me asaltaron con una navaja para que les acompañara a un cajero. Al final pude huir y luego fui a comisaría a denunciar los hechos.
-Me llamó mi mujer de pronto para que fuera al hospital porque su madre había tenido un accidente.
-Sí que lo siento. No pude ir a vuestra casa porque en el trabajo se puso enfermo Roberto y tuve que suplirlo para no cerrar el bar. El teléfono lo tenía sin saldo y el del bar justo por la mañana se había estropeado, por eso no pude llamarte, pero si quieres podemos quedar mañana y os traigo algo de comer para compensar..
-Había una manifestación. Comenzaron a tirar piedras, hubo carreras, persecuciones policiales y yo como un tonto ahí en medio. Al final acabé en el calabozo.
-Me encontré a un amigo que me invitó a una caña rápida. Yo no quería, pero al final acepté para que me dejara tranquilo y volver pronto al trabajo, pero el muy cabrón me puso alguna droga en la bebida, alguna pastilla de éxtasis o algo así. Perdí la noción del tiempo y de la realidad hasta el día siguiente..
Contra más pensaba más caminaba alejándose, en vez de acercarse como era su propósito inicial, como había sucedido dejando de “pensar” 6 tanto para realizarlo.
Solo se veían huertas con hierbajos, árboles solitarios, huérfanos de higos, almendras, manzanos que en vez de deliciosos frutos solo habían acumulado polvo.
Encontró un río “¿El Huerva? ¿El Gállego? ¿Dónde estaba?”. Al menos le permitió tener el rumbo de perseguir la orilla en descenso “¿Hacia el Ebro? Zuera?, Peñaflor?”
Iba pasando el tiempo y el cansancio del caminar hacía mella. La sensación de derrota se hacía cada vez más patente. No parecía que fuera posible volver al puesto de trabajo por la mañana y tal vez tampoco por la tarde. Quizá tendría que pernoctar en alguna pajar abandonado o improvisar una caseta entre los árboles.
Tenía mucho interés en encontrar a alguien que le pudiera dejar usar el teléfono para llamar, o si no tenía o no quería prestarle uno, al menos preguntarle sobre el camino de vuelta.
Por momentos se puso estratégico en vez de preocupado y se dio cuenta de que no era muy buena idea seguir el camino del río, que las casas habitadas estarían más cerca de una carretera principal, por lo que se dirigió hacia una colina con la ilusión de divisar un horizonte conocido que permitiera que su vida tuviese un rumbo, aunque fuera caótico que al menos representara el inicio racional de algo.
La colina, mala suerte, no permitía ver sino una colina aun mayor, más campos, más casetas vacías de labranza.
Por momentos lo pensó, sí, pensó que se estaba equivocando de camino tal como se había equivocado de número de autobús, de dirección, de no haber cogido el móvil, la chaqueta, el dinero y lo peor de lo peor, el tique para recoger las zapatillas prometidas con juramento de amor que probaba su verdadera naturaleza.
Al atardecer escuchó ladrar a un perro y el corazón le dio un vuelco de alegría al tener por fin una prueba de cambio de destino. Se dirigió a una finca y le preguntó a una señora que estaba regando unos geranios, dónde estaba Zaragoza.
-¿Zaragoza? Va usted en dirección contraria, alma de dios… Siéntese un rato aquí a descansar y le traeré un vaso de agua..
-¿Y un teléfono para llamar al bar donde trabajo, no tendría?
-¿Pero de qué bar me habla, señor, me parece que está un poco tocado por el cansancio… Además teléfono no tenemos aquí.
Mientras la amable señora entraba al interior atravesando las cataratas del Niágara de unas tiras de plástico que protegían la puerta de moscas y mosquitos, olió la presencia de una tarta recién hecha que se enfriaba en el alféizar de la ventana.
Tenía hambre, realmente estaba muy agotado y más aún agobiado, tal vez por eso se le nubló la mente y tuvo la idea de coger un trozo del plumcake, aunque al menos con la picardía de disimular el borde robado con chocolate de los lados para que no se notara.
La señora volvió con agua y le dijo
-No querrá un poco de plunmcake que he preparado para el cumpleaños de mi sobrino…
-No no, gracias -dijo avergonzado Remi- Me tengo que ir muy deprisa para volver a Zaragoza antes de la noche…
-Hoy no creo que pueda, pero si sigue ese camino que pasa por la entrada de los olmos y luego gira a la izquierda y sigue todo recto por una tapia llena de zarzamoras, enseguida encontrará un atajo hasta la carretera. Ahí igual le acerca algún camión de La Papelera a Zaragoza.
Se fue deprisa, para huir de la cara que pondría la señora al descubrir la calaña de huésped que había agasajado y orientado, dándole las gracias robando pastel de su sobrino.
Sería la culpa, sería lo difícil que resultaba lo que era fácil para el que orientaba caminos, sería sus siniestros pensamientos dando disculpas cada vez mas retorcidas a su mujer ofendida, irritada, decepcionada y defraudada, a Roberto mosqueado y pensando en despedirle, con cara de perro pensando que se había burlado de él. O tal vez llamaban a la policía porque habían encontrado su chaqueta, su mariconera y el móvil y habían sospechado que le habían asaltado, herido o secuestrado.
¿Cómo les decía a todos que nada muy malo, sino algo tonto muy tonto, le había sucedido?
Dicen que han visto a Remi en distintos lugares, a veces en dos sitios a la vez, y por lo tanto imposibles, haciendo cosas inauditas tales como durmiendo en las copas de los árboles, comiendo raíces, haciendo visitas fantasmas a los huertos y esquilmando gallineros, hurgando tubérculos y mendigando con arrieros y excursionistas. Aunque dicen que lo han visto muchos, nadie ha podido demostrar que él era él y no varios más que pululaban por ahí, perdidos sin memoria, desorientados con las señales de los caminos.
COMENTARIOS
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Remi está volcado en su trabajo, como un péndulo, arriba y abajo de la barra del bar y de pronto recuerda un encargo que le había pedido su mujer de recoger unas zapatillas de camino al trabajo. Se lo había prometido y vuelto a prometer frente a las dudas de su mujer que tal vez temía que se despistara. Su propio sincero juramento no ha impedido olvidarse de él, distraído por las preocupaciones.
Para solucionar su ‘imperdonable’ olvido recurre a al subterfugio de decirle al encargado que tiene que salir un minuto a tirar una carta. Vemos de esta forma que las ‘soluciones’ de Remi son de esas que complican la vida innecesariamente, como mentir, arriesgarse a quedar mal con el encargado, aceptar que un fallo es ‘imperdonable’.
También las prisas por correr a recoger las zapatillas son traicioneras, porque se convierten en un impulso ciego, que es ciego porque primero actúa y luego piensa. Se ha olvidado la chaqueta, el tique de la tienda, el dinero, el carné de autobús.
Remi reincide en el mismo problema (la maldición de la repetición). Se precipita impulsivamente al autobús sin mirar el número correctamente y sin dinero. Descubre que se ha equivocado, pero aún así intenta arreglarlo y lo hace de una manera que lo empeora todo. Pareciera que su buena voluntad se ve oscurecida por la ineficiencia provocada por su propio afán.
Perdido al final de trayecto en las afueras de la ciudad, en lugar de elegir el camino correcto de vuelta se desorienta y va en dirección contraria hacia el campo. El cuento insinúa la causa de muchas de sus equivocaciones. Su cabeza se llena de escenarios imaginarios, teatrillos siniestros, películas de terror en los que intenta disculparse con el procedimiento de dar como excusas creíbles mentiras cada vez más grandes.
Remi desaparece al fracasar en sus habilidades operativas diarias, interpretando mal las señales del camino.
NOTAS TÉCNICAS
1Este físico demostró en 1851 que cada vez que el péndulo se movía, sucedía simplemente porque la Tierra estaba rotando. Hoy en día este péndulo se encuentra en el Museo de Historia Natural de Cleveland.
2 Bis o lista de sinónimos repetida en otras ocasiones y conocida por los oyentes como chascarrillo, mecanismo de participación y ocasión de fruición. En esta ocasión es de ‘aturdimiento’. Adviértase que otras veces el mismo bis es de ‘pasmado’ u otra palabra de la misma serie como lelo, atontado, pasmado, estupefacto..
3 El narrador se traslada cerca de la puerta de la sala, fuera del círculo de los oyentes y allí simula tener la conversación con su mujer.
4 Bis de ‘treta’ que sirve para que los oyentes reciten desde su memoria colectiva la continuación “ la estratagema, la cinta, el trampantojo, la celada, la farsa, el engaño..”
5 En este punto varios oyentes han recibido papeletas escritas con disculpas posibles que leen, reinterpretan a su modo o inventan ad hoc, inspirados por lo que se va diciendo.
6 Ejemplo de ‘marca’ de ironía.