Cuento inverso

Cuento inverso

Representado por Nerea Gómez, Alba Uson, Rakel Morales

DECONSTRUCCIÓN

En esta actividad narrativa se invierten los papeles de oyente-narrador. Requiere de un tiempo suficiente de maduración para que el grupo pueda entrar con naturalidad en esta propuesta y sea capaz de aceptar el reto de narrar con la materia de su propia vida.

El ser parte activa en la creación del material de la historia trae la frescura que implica participar en la parte más creativa en lugar del rol pasivo asignado de oyente. Aunque están acostumbrados a participar en las dramatizaciones, no deja de ser un cambio significativo el tener la oportunidad de ser los autores y narradores corales del cuento construido en común.

Proponemos esta modalidad de por ser un recurso para estimular la flexibilidad. Ya no se trata de identificar diversas voces narrativas, estratificaciones, niveles de complejidad, y puntos de vista, sino que estamos alterando la misma estructura de funcionamiento de la actividad de narrar historias con las que nos identificamos. El narrador por un momento, se vuelve oyente, y el oyente narrador. Esta situación crea un giro de inversión y democratización que permite contemplar al narrador como a cualquiera que cuenta historias, como las que contamos a los amigos en forma de anécdotas o al médico como nuestro historial, o lo que es peor, la historia que nos contamos a nosotros mismos llamándola memoria.

La preparación de la ceremonia de cambio de tercio es llevada a cabo minuciosamente: con la consigna de que el cuento lo tendrá que construir el narrador a partir de los fragmentos que los oyentes dispongan. Le pedimos que situe al personaje, que todavía no se ha encarnado en ninguna característica, en un momento cualquiera de su vida pasada o reciente. Simplemente, como hilo conductor para coser trozos de narración, debe tener el nombre casual de Ana Torrija –un nombre cualquiera y ser pelirroja – una propiedad azarosa, aunque llamativa para poder reconocerla como algo más que un nombre abstracto.

Dado que algunos se pierden en la magnitud de posibilidades les ayudamos, en base a los que conocemos personalmente de ellos, sugiriéndoles un abanico de posibilidades a modo de ejemplo que les inspire y resuelvan la angustia paralizante de elegir. Podrías contar una anécdota del colegio, de la época que estabas residiendo en Madrid, un suceso cualquiera del trabajo en la que Ana fuera compañera, encargada, cliente… y así un numero suficiente de situaciones-estímulo que sean capaces de suscitar una evocación convincente en la que situar su fragmento de historia.

Una vez que hayamos conseguido un trozo de su historia le pedimos que la escriba o le ayudamos a hacerlo.

En el taller de narratoterapia, de forma desordenada y casual e incluso admitiendo que puedan haber historias falsas, coincide el personaje pero no puede formar parte de la historia reconstruida como si se tratase de alguien que se parecía pero no era el protagonista, cada uno explica con el mejor arte expresivo del que sea capaz1 su fragmento de vida verdadera arrancada por un artificio falso.

El resultado es una amalgama coral y caprichosa de microrrelatos del grupo, desunido y caótico, pero que va a recibir un orden por parte del narrador que los escucha2.

Para todos, menos para el que había escrito el fragmento, resultaba un material nuevo, sorprendente que escuchaban con respeto como si se tratase de una revelación de secretos íntimos que fuera a delatar la esencia de un compañero y tal vez el sentido de la realidad – al menos la grupal, que había detrás de todas esas voces aparentemente inconexas.

El narrador es el héroe del sentido, porque lo busca a través de la variación incomprensible de situaciones, porque no sucumbe ante lo absurdo y disparatado y porque encuentra una alternativa al desorden. En cierto modo está dramatizando en vivo la quintaesencia del narrar: controlar el tiempo, explicitar las acciones en la continuidad o discontinuidad temporal.

Una vez que el narrador toma nota de las diferentes historietas, ordena en un minuto las viñetas y propone su “solución”3


RECONSTRUCCIÓN

El cuento reconstruido decía así4:

Ana Torrija era una chica pelirroja que vivía con su humilde familia en el barrio de Las Fuentes, en el que se desarrolló toda su vida. (Participante 8).

Iba a un colegio de ese barrio que estaba separado por sexos. En el patio había una tapia para hacer dicha separación físicamente factible. Un niño se asomaba a la tapia en los recreos para ver a Ana, una chica en la que se había fijado. Con el tiempo cambiaron las costumbres y un día quitaron ese muro y pudieron hablarse y jugar juntos. (Participante 2).

A los siete años, Ana conoció a una amiga del País Vasco que tocaba la trikitixa, al igual que ella, y ensayaban juntas para acudir al mismo recital de música de Zaragoza. (Participante 6).

En 4º de la E.S.O., Ana fue con su clase al viaje de fin de curso a Mallorca, donde coincidió con otro colegio. Una de esas noches que salieron, coincidió con un chico en una discoteca y, no se sabe cómo ni por qué, acabaron ella y sus dos amigas con ese chico en una sauna, todos desnudos.(Participante 11).

Ana, en su época punky, empezó a vender drogas para conseguir dinero en un bar llamado “Don Víctor” donde encontró a tres chicas, de las cuales dos estaban interesadas en comprar (Participante 5).

Otras de las cosas que hacía para conseguir dinero era robar, por lo que una noche, vio salir a un chico del gimnasio, le cogió la mochila de un tirón y se fue corriendo. En ese momento el chico cogió un palo y empezó a perseguirla. A los pocos segundos el chico se dio cuenta de que la policía le estaba persiguiendo y se abalanzaron sobre él pensando que era el delincuente, le colocaron las esposas y se lo llevaron a comisaría. En comisaría, en un momento que le dejaron esperando en un banco, vio la oportunidad de escaparse, con lo que empezó a correr y, de repente, notó como su cuerpo caía la suelo, sintiendo un gran golpe en la cabeza. El tenía casualmente, una fractura anterior en la mandíbula y gracias a este golpe contra el suelo, dicha fractura se arregló. (Participante 10).

Ana vio todos los problemas que le acarreaba llevar esta mala vida, así que decidió dejar las drogas y el alcohol y empezó a trabajar en una cafetería. Un día trabajando, había tanta gente, que se confundió al devolver los cambios y dio un billete de 1000 pesetas, por lo que le echaron a cajas destempladas. (Participante 7).

Ana quería empezar a estudiar en escuelas de arte, ya que desde pequeña le gustaba mucho pintar, con lo que solicitó plaza como alumna. Al ver que tardaban y no recibía ninguna respuesta, decidió ir por su cuenta, como amateur, a la plaza Santa Cruz y allí le impactó la belleza de un retrato que no correspondía a la mujer que estaba siendo pintada y que marcó su destino. (Participante 12).

Al siguiente día, desde la puerta, vio como un cartero iba llamando a todas las puertas de su calle, hasta que finalmente llego a la suya preguntando por una tal Ana Torroja o Terraza. Ella le dijo “¿No será Torrija?”, “Sí”, le contestó él. Al coger la carta, Ana vio que era de la escuela de arte. ¡Por fin la habían aceptado!. (Participante 1).

En la escuela de arte tenían talleres de fotografía de libre expresión, con lo que, cogió un carrete de su juventud más alocada y lo llevó a revelar. Esa misma noche la empleada de la tienda reveló las fotos y vio que eran un poco comprometidas, pero al día siguiente cuando Ana fue a recogerlas, no le dijo nada ya que estaba acostumbrada a revelar fotos extrañas. (Participante 10).

En el intento de rehacer su vida se casó con un camionero que pasaba mucho tiempo fuera de casa. Tuvieron un hijo, al cual tenía que criar ella sola debido a los viajes de trabajo del marido. Un día, llamó a una empresa de toldos para poner uno en su jardín y fue un chico alto, guapo, de ojos azules, un acento exótico y Ana no se pudo resistir a sus encantos. Una cosa llevó a la otra y pasó lo que tuvo que pasar, con la mala suerte de que su marido volvió antes de lo previsto de trabajar y los pilló. (Participante 4).

Ana se divorció de su marido pero siguió trabajando en la empresa administrativa. Un día que llovía mucho, el encargado de la limpieza se dejó una ventana abierta y se mojó el proyecto en el que ella estaba trabajando. Al día siguiente, Ana fue a explicar lo ocurrido a su jefe y éste despidió al encargado de la limpieza. (Participante 14).

Volviendo a casa después del trabajo, al subir en el ascensor con un vecino se quedó atascado. En ese rato, como ambos tenían claustrofobia, decidieron mantener una conversación para relajarse y Ana le contó toda su historia. (Participante 9)


NOTAS TÉCNICAS

1 Unos son muy escuetos y otros son capaces de narrar con mayor gracejo, lujo de detalles y viveza emotiva.

2 En el caso que nos ocupa el narrador no tenía idea previa del material, que fue elaborado con ayudantes que se ocuparon de recogerlo de cada uno de los oyentes habituales a los que solicitaron ayuda, de forma que resultaba una sorpresa tanto para él como para el resto de compañeros que tampoco sabía lo qué habían escrito los demás.

3Para darle más suspense a la situación pide disculpas si no ha entendido bien alguna vicisitud de de Ana la pelirroja o se “ha olvidado” de algún detalle o presenta alguna incoherencia.

4El narrador enfrente la tarea como si de cualquier otro cuento se tratara, entonando, dramatizando momentos, gesticulando, representando diálogos..

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar