Cultura y natura
Roberto Miralles estuvo trabajando un año en un centro de investigación y desarrollo dedicado a sistemas expertos en California y adquirió la costumbre de vivir en una urbanización lejos del centro, por lo que le pareció lo más lógico del mundo trasladarse a Quinto de Ebro a vivir e ir en coche cada día a trabajar a Zaragoza.
Su mujer Silvia aprovechó para comenzar estudios de Filología en la universidad a distancia y a su hijo, Vicente, lo apuntaron al instituto de la comarca en Fuentes de Ebro.
Estaban encantados con el mundo rural e idílico del pueblo con sus capitanas rodando los días de cierzo. Los hierbajos que crecían por todos sitios provocaban también su admiración. Se extasiaban con las acequias, muros, piedras del camino y árboles de la carretera. Los lugareños les miraban con sorna, sin entender que la naturaleza pudiera ser otra cosa que una huerta, un campo de maíz o una granja de cerdos.
Vicente recibía una atención especial de su padre, ausente durante un año, que intentaba compensarle mejorando su nivel de matemáticas . Desarrollaba su sentido de la lógica y llamaba tiernamente su atención:
-Pero Vicentico, ese resultado es totalmente contradictorio con el enunciado del problema. Si te piden cuánto tardará de más, no puedes ser tan iluso de pensar que tardarás menos todavía que cuando la velocidad era el doble.
Vicente tenía que acatar los consejos con canina humildad, aunque la creencia de que uno es tonto puede ser que te atonte todavía más.
Lo malo de tener padres eruditos era que un niño no aprendía a pelearse con los compañeros como era debido y si le empujaban por la escalera de bajada al patio o se metían con él por el placer de chinchar típico de esas edades, él les contestaba:
-Mequetrefes! ¡Ilusos! Contradictorios! -y los compañeros se quedaban pasmados pensando que el insulto debía ser más horrible que los acostumbrados, hijo puta, imbécil, cara culo, cabrón..1 y le dejaban en paz-.
Hasta que habiendo llamado la atención por esos nuevos improperios que más de uno comenzaba a copiar en vistas de que parecían “molones”. Garcés, el líder del grupo, atajó el asunto de raíz dictando sentencia:
-Vicente, niño repelente!
Los demás compañeros respiraron aliviados, encontrando una solución al caso.
La profesora de lengua en cambio lo tenía muy bien considerado. Resultaba que su madre lo tomaba de sparring2 para sus lecciones de literatura contemporánea o historia de la lengua, que eran las asignaturas que más le costaba aprobar y le pedía ayuda por las tardes para que le escuchara recitar la lección. “Las oclusivas sordas de la Romania Occidental sonorizan el grupo consonántico PTK derivándolo en BDG, como apoteka -> bodega”. A ver repite conmigo a ver si ya nos lo sabemos”3
Y Vicente tenía que repetir las lecciones sobre el grupo labiodental, el africado, los modos sordos y las variantes sonoras sin saber muy bien de qué se estaba hablando, pero repitiéndolo con exactitud, tal como las costumbres se nos cuelan como rituales exactos o como nos aprendemos las oraciones, los refranes o las canciones y poco a poco, aprendemos una cultura como si fuera una natura.
Un día la profesora Doña Elena preguntó en la clase si alguien sabía cómo se escribía bodega, si con b o con v. Algunos niños en edad de inocencia sabían cómo se escribía bar pero bodega no la habían visto nunca.
-Se escribe con b labiodental -dijo Vicente con naturalidad-. Proviene del latín ‘apoteka’, que podía mantenerse como tal en Grecia y algunos países eslavos, pero comenzó en la Romania occidental a transformarse, por el uso vulgar del habla, el grupo consonántico PTK en BDG intervocálico.
Doña Elena lo miraba con la boca abierta, atónita, estupefacta, sin dar crédito a lo que oía como si fuera de otro mundo. Los niños se contagiaron, parece ser que muchas cosas se contagian, las risitas, los carraspeos, los miedos, los entusiasmos, los bostezos y también se les abrió la boca a todos.4
Una mosca que volaba sin que nadie parara mientes en ella y la cazara con el envés de la mano para darle tozolón contra el suelo, aparcó en la nariz de Garcés y por poco se le mete dentro de la boca sin que reaccionara
-Bien, bien, con ‘b’ labiodental -dijo Doña Elena, cuando reaccionó por fin-.
Otro día la profesora hablaba de algunos escritores contemporáneos que por lo visto habían tenido éxito en México como Roberto Arlt, en Argentina o Francia, como Arrabal que le habían dado un premio por su obra de teatro del absurdo “El cementerio de automóviles”.
Vicente no pudo evitar saltar como un resorte al escuchar “obra del absurdo” -con las cabezas de los compañeros giradas hacía él aterrorizados de lo que podía pasar-, y recordando la lección que le había dado su madre la noche anterior que le había tenido que repetir tres veces, dijo:
-Más que teatro del absurdo, señorita, el cementerio de automóviles es una parodia de la pasión de Jesucristo: el personaje, casualmente tiene 33 años, está rodeado de 12 amigos, los doce apóstoles, los automóviles viejos representan las ideas del viejo testamento, el mensaje mesiánico se ve representado por la voz del vendedor de coches nuevos. Todo tiene una doble intención pero se corresponde a la serie de acontecimientos punto por punto.5
Las bocas se abrieron, el silencio detuvo el tiempo que se estiró como un caracol siguiendo una progresión fibonacci (1,2,3,5..) hasta que finalmente la profesora les salvó del tremendo impacto:
-Bien, digamos que el teatro de la parodia y otros autores sí que son ‘ellos’6 absurdos de verdad..
Hasta Garcés le pidió que si quería hacer de medio campo en el partido, cosa que declinó Vicente. Le dijo:
-Me dejas “anonadado” por tu desideratum pero me encuentro hoy indispuesto..7
-Ah, vale -acepto Garcés sin darle una fuerte colleja y una patada en el trasero como hubiera propinado en otras circunstancias.
Pero la cosa se torció totalmente otro día en el que el profesor de naturales le preguntó:
-A ver, Vicente, tú que lo sabes todo, ¿el hijo de una vaca como se llama?
-No sé… ¿burra?…
La clase estalló en risas contagiosas que al multiplicarse provocaron una onda sonora que repercutió en las aulas del pasillo y llevó a los demás profesores y alumnos a salir para ver qué pasaba..8
-Para burro tú.. -le dijo el profesor, que mirando al resto de la clase les animó con la mano a que dieran todos juntos el do de pecho de la respuesta-.
-!!!!El ternero!!!!!! -gritaron al unísono atonal-.
Desde entonces Vicente fue puesto en su sitio y dejó de ser un ente extraño para volverse algo risible, despreciable, burlable o golpeable.
-Vicente ignorante, el tonto redondo! -le decía Garcés, empujándole escaleras abajo para que se apartara de su camino y no le estorbara.
Llegó la fiesta del verano y el instituto organizó un festival con premios de deporte, canción y composición literaria.
A Vicente le dieron el premio de literatura y tuvo que leer en público sus cuartillas después de que Marga cantara una especie de “rosas en el mar” convertida en “amigo en el centeno”.
No quería, pero el director le obligó a leer.
-Espero no aburriros con la lectura que es un poco tremenda, por lo que leeré sólo algunos párrafos de un cuento en el que un niño de instituto se va a suicidar. Vemos en el diario que cuenta a su madre los motivos, por ejemplo:9
14 de octubre: Se ríen de mi mí sin motivo, sólo por saber lo que ellos no saben y no saber lo que saben. Por tener un origen distinto, otros padres, otras madres y otros gustos, me ponen motes y me insultan con frases hirientes…
19 de octubre: Hoy me han empujado por las escaleras a propósito, porque no bajaba a la velocidad que debía y molestaba al capitán de los futboleros. Me he roto un dedo.
22 de octubre: El profesor de gimnasia me ha tocado el culo. He ido al jefe de estudios a decírselo y me ha despedido de forma destemplada alegando que era un rarito que malinterpretaba un gesto natural y qué mala idea tenía intentando perjudicar al profesor mejor considerado del instituto que estaba haciéndonos ganar el campeonato regional
26 de octubre: Le he pedido a mi padre que me cambiara de instituto, pero mis razones le han parecido insuficientes, insustanciales y contradictorias, además de que se estaban adaptando muy bien a Quinto y comenzaban a ser invitados a las brasas.
Finalmente, el personaje aparece ahorcado en la cancha de baloncesto con un letrero que dice: “Por fin la meto en la canasta”.10
El director se quedó sin saber cómo podría continuar la ceremonia. Los asistentes no sabían tampoco, si sentirse aludidos o eludidos del asunto, conmovidos o redimidos. Menos mal que la profesora le dio un codazo disimulado al director, iniciando por su cuenta un aplauso dirigido al auditorio para que el público se contagiara y entre todos hacer ruido civilizado para salir del paso.11
COMENTARIOS
#sagaCrecimiento #admiración #violencia #minorías
Vicente nace en una familia ‘culta’ y recibe influencias que chocarán con su medio ambiente por resultar minoritarias, extrañas. Como diferente, es a veces admirado y otras rechazado.
Aprende pasivamente formas de hablar, insultar y lecciones repetidas oyendo a su madre estudiante de filología. Se trata para él de un contexto natural como podría ser la lengua materna, pero en el ambiente que le rodea en la escuela resulta sorprendente, desconcierta y genera respeto hacia su persona en la creencia que es un ‘cerebrito’ superdotado. En cambio en otras ocasiones aparece como apocado, risible y por consiguiente blanco de burlas sádicas de los ‘matones’ del grupo que dictan las normas implícitas del colectivo.
El grupo se deja arrastrar por un ‘alma colectiva’. Se contagia fácilmente y toma el partido de un líder que dirige el poder de la mayoría.
El protagonista tiene bruscos contrastes, parece inteligente en ocasiones, y en otras causa risa por no saber lo que sabe todo el mundo.
Entre el inmerecido ‘es un genio’ y el no menos injusto ‘es un tonto’ la verdadera personalidad de Vicente queda oculta, tal vez porque no tiene lugar en el que manifestarse.
Escribe una redacción, esta vez original, poniendo en evidencia la violencia del ambiente bajo el punto de vista de un personaje que escribe un diario suicida. Ahí los comportamientos de los niños crueles, y los poco honrosos de algunos profesores quedan en entredicho. El personaje ‘mete la canasta’ por fin cuando decide matarse colgándose en la cancha de baloncesto. La literatura para los asistentes a la entrega de premios se vuelve asombrosa porque les cuestiona, les refleja sus comportamientos, al igual que nosotros interpelamos a los oyentes del cuento.
NOTAS TÉCNICAS
1Contribuyen los oyentes con insultos que han lanzado o recibido alguna vez.
2Se pregunta si hay algún aficionado al deporte que pueda explicar los que es un sparring para colocarlo en un nivel de co-narrador.
3Voz de niño que recita una lista con inocencia, no con pedantería, tal como si dijera de carretilla la lista de la alineación de su equipo preferido.
4El narrador con la boca abierta gira la cabeza con brusquedad a un lado y otro simulando ser distintos niños pasmados. Aprovecha luego a comentar el fenómeno de la risa contagiosa. Puede hacer una carcajada forzada que hace reír a los presentes por poner un ejemplo. Pone también el ejemplo de la tos contagiosa en los grupos y el hecho de que ‘algunos’ quisquillosos piensen que si alguien tose cuando pasas a su lado es para enviarte el mensaje de que te ha reconocido y lo le caes bien.
5De nuevo dicho de ‘carrerilla’, con inocencia, sencillez y voz de niño.
6Con un poco de retintín vengativo.
7Dicho con naturalidad porque es el lenguaje adquirido en su casa, no porque pretenda presumir.
8Se invita a los presentes a simular que se ríen del fallo de Vicente que ha representado el narrador. Luego se pide que el grupo diga al unísono “el ternero”.
9Con unos folios escritos el narrador lee esta parte como si fuera el protagonista frente a su auditorio.
10Dicho con énfasis para que quede patente la frase final impactante.
11Acabado el cuento, tras un breve silencio de sorpresa por el final, los oyentes aplaudieron espontáneamente, contagiados por los aplausos de la narración.