El grito primal
¿ Queréis saber cómo era Marta antes? Una borde integral.
Si alguien por descuido tapaba la puerta, le espetaba “los burros no trasparentan”, o si alguien se despistaba en un olvido, rápidamente le echaba en cara “los hay más torpes, pero no tan tontos”, sus enfados por pequeñas flaquezas humanas e injusticias le soliviantaban y castigaba la tropelía con un “desde luego estas hecho… y a continuación, según se tratara, “… un egoísta rematado…” “…un perfecto desconsiderado” “..un ahí me las den todas”.1 A veces volaban papeles, otras cubiertos, otras zapatillas según el ámbito en el que se desarrollase el desaguisado. Todos la temían y también la rehuían, bien haciendo maniobras de evitación bien escondiéndose en un falso peloteo congraciador. ¿Sabéis por qué era una terrorista?
Su madre era la maestra del pueblo. Era delicada, educada y muy sensible y su padre todo lo contrario, zafio, primitivo, intempestivo, juerguista y a pesar de todo, ella lo quería con pasión ciega, esperando siempre que él se dignara a sonreírle, o a pasarle la sal o que le dijera “qué guapa estás hoy”. Con nada se conformaba. Pero su padre se empeñaba en ridiculizarla acusándola de sensiblera, tontaina y bobalicona.2 Cuando se instaló en el pueblo la casa de las meretrices las visitaba a menudo para encontrar verdaderas mujeres, y no el engendro virtuoso que le había tocado en suerte. Un día desapareció con una mulata y nunca más se supo de él.
Su madre les sacó adelante a los tres con mucho trabajo y malabares administrativos. Con un hueso de jamón y sobras de verduras, acompañadas de garbanzos huérfanos apañaba unas sopas estupendas; las legumbres con una zanahoria, un starlux, una cabeza entera de ajos y laurel; las riquísimas sardinas y los calamares con patata; las alitas de pollo; las croquetas con sobras varias; las exquisitas sopas con colas de pescado y arroz; las humildes tortillas.3 Con mucho sacrificio logró ahorrar para poderles dar una educación y una formación provechosa para que se ganaran la vida. Cuando cumplió 18 años le dijo a Marta:
-Ya eres mayor de edad y ya no me necesitas para nada, tienes tus amigas, tu propio mundo en el que cada vez ocupo un lugar menos importante. Comprendo que es ley de vida y que no te ibas a dedicar a cuidarme, ni siquiera te lo pido. Solo pretendo que sepas lo mucho que te quiero y lo mucho que deseo que seas feliz, mucho más de lo que yo he podido serlo. Ahora vale ya de cháchara, por favor ve a la cocina a preparar una ensalada, esa “completa” que tan bien te sale, por favor.4
-Vale mamá, aunque no te lo parezca yo también te quiero, aunque últimamente no te lo diga como antes, porque ya me voy haciendo mayor.
Cuando volvió con un plato en la mano, debido a este mismo gesto surgió quizá después su inveterada costumbre de estallar contra el suelo un vaso o un plato, según la intensidad de la frustración o la rabia que debía resolver, para enseñarle una muestra de la obra de arte “verde paraje con rojas colinas de remolacha”, vio ardiendo a su madre en el patio. Se había rociado de gasolina mientras cocinaba y se había prendido fuego.
Marta se acercó para salvarla y apagarla, pero ardía como una tea y no había manera. Cuando fue a por una manta mojada para taparla ya había caído al suelo muerta.
Nunca le perdonó que le hubiera hecho esa faena, dejarla sola, de aquella manera como para tener pesadillas de por vida, sin pensar en cómo se iban a quedar sus hijos de traumatizados. Y también le echaba la culpa del suicidio posterior de Casandra, su hermana, hecho en cierto modo de imitación siguiendo la estela de su ejemplo.
Y tampoco había sido casualidad la reproducción de su hermana Casandra, la supuesta maldición de casarse con un frescales egoísta rematado propenso a gastarse los dineros con pelandruscas. Ella le adoraba, le perdonaba, se hacía la que “no necesitaba saber” porque confiaba plenamente y ponía la mano en el fuego por la validez de los arrepentimientos tras los affaires que salían a la luz5.
Cuando se enteró que tenía dos hijos secretos ya no pudo más y todo el edificio de mentiras sostenido por los pilares de un amor que ponía doble para compensar el que no recibía, se derrumbó. Se ahorcó en el desván y la encontraron cuando Marta se extrañó de que no respondiera al teléfono ni se la viera por el mercado. Una semana después de que la enterrasen apareció el tarambana de su marido que ni siquiera se había dado cuenta de lo sucedido, ocupado en sus afanes y contento de no tener que volver a casa y venderle mentiras.
Jorgito, su hermano pequeño, al que había cuidado como si fuera un hijo, también murió en un accidente. Su coche que se despeñó en una curva en Panticosa. Dicen que había bebido alcohol, pero Marta conocía la verdad. Sabía de las presiones de su cuñada para que dejase el piano y los sueños de artista, para que “madurara” y trajera dinero a casa con cualquier trabajo. El cumplió y hacía de representante y también, es verdad, bebía para aguantar la tristeza y no pensar. No era porque fuera como un hijo para ella, es que tocaba bien, realmente bien y con un poco de apoyo seguro que se podía haber ganado la vida como músico, aunque fuera de una forma modesta.
Marta era fuerte, esa parte la había heredado de su madre, y había aprendido a vivir sin familia, sin ilusiones, con conciencia de caos y fatalidad, pero con serenidad. En el trabajo todos le admiraban por su tesón, sangre fría y eficacia quirúrgica, aunque también la temían por si estaba malhumorada o por la dureza con la que criticaba implacablemente las flaquezas y descuidos de los demás.
A los novios les espantaba con el mal genio y el desprecio con los que abordaba el tema de la imperfección humana.
Cuando un día tiró con rabia un ordenador al suelo porque le habían hecho mal un informe que se necesitaba urgentemente, el jefe, bajo amenaza de despido a pesar de su valía, le obligó a visitar a un psiquiatra para corregir su intemperancia y la costumbre de sacar demonios por la boca.6
En la consulta, un niño jugaba impidiendo el paso. Marta miró furibunda a la que parecía su madre y les dirigió un dardo doble:
-¡Niño que esto no es un patio de juegos!… como deben pensar algunos que no tienen otra cosa que pensar…
Enseguida el médico, al oír el barullo, le hizo pasar delante de los agraviadores agraviados para evitar males mayores.
Al apercibirse de la historia del sujeto el psiquiatra enseguida descubrió de donde salía tanta rabia acumulada que le hacía perder los papeles tan a menudo y la ponía en serio riesgo de arruinar su brillante carrera.7
-Usted necesita una terapia de grito primal, le dijo.
-Ya, porque a veces soy una bocazas, ¿no?
-Si fuera a veces no sería problema -aseveró con sorna el psiquiatra-, le voy a proponer un ejercicio de prueba, imagínese que esta silla es su madre, primero de todo, ¡llámela!
-¿Pero cómo quiere que le hable a una silla, y menos aún que me responda? ¿Cómo me puede pedir que haga esa estupidez? ¡Vaya cosa más tonta! !Parece mentira que se le haya ocurrido a un supuesto “profesional”! -protesto ella mostrando su mala uva proverbial-
-Inténtelo de todas formas -insistió el psiquiatra.
-Mamá… (con rabia) … mamá (con un nudo en la garganta) … ¡mamá!…(con desesperación)
-Bien. Ahora dígale lo que le gustaría decirle.
-Mamá, te odio porque nos dejaste solos, solo pensaste en ti, sin contemplar el daño que nos hacías, el desprecio a nuestros sentimientos. A Jorgito que era pequeño me lo dejaste a mi sin comerlo ni beberlo. Diste mal ejemplo. Por tu culpa Casandra se ahorcó siguiendo tu ejemplo y encima lo hiciste con una brutalidad que ha hecho que tenga pesadillas cada día…
-… no se pare… ¿y qué más? le insistió el psiquiatra, -emocionado con el curso que tomaba la terapia-.
-No sabes lo mucho que te echo de manos, sin ti me asfixio y no vivo. Ya sé que creías que te había dejado de lado por mis amigos y te encontraste abandonada, pero la verdad es que te quería, que lo sepas, cabrona…
En ese momento a la paciente se le aparecieron tres fantasmas, fruto de la emoción desbordada, no eran actores pagados por el psiquiatra:
-Hermanica -le susurra con voz de ultratumba Jorgito, deja la mochila que pesa y camina ligera tu vida.
-Hermana le añade Casandra, todos deben dejar de chupar la teta y masticar comida.
-¡Hija! -le dice su mamá fantasmal- Sin sufrir no hay vivir. Perdóname el dolor que te causé y que se convierta, en vez de freno, en fuerza para disfrutar de las cosas de una forma mas intensa.
La voz del psiquiatra espanta los efluvios fantasmales:
– !Fuera! ¡fuera! !fuera! Las presencias de ultratumba son un efecto secundario de la terapia y un epifenómeno volátil -dijo, espantando a las presencias, que desaparecieron como una niebla escupida por el sol y una vez en terreno seguro añadió -¿Pero no notas si se ha ido de algún modo la ira?
-No sé, noto una cosa rara, como si estuviera drogada.
-Eso debe ser -sentencia el doctor- que estás tranquila, que es un estado habitual totalmente normal.
-Ah, será eso.
Al salir de la consulta Marta, el niño estaba todavía jugando en la sala de espera y le dijo:
-Hola cariño, perdona, ¿podrías apartarte un poquito para que pueda pasar y no te haga daño?
Esta amabilidad asombrosa empezó a extenderse como una verde alfombra de hierba fresca en el trabajo, en las colas del supermercado, hasta con los que tiraban escupitajos o papeles al suelo.
Desde que conocí esta historia tengo una cosa tengo clara: que aunque el que se lleva la mala fama de ciego es el amor, la ira produce mayor ceguera todavía.
COMENTARIOS
#catarsis #responsabilidad #psiquiatra #suicidio
Se describe la rabia que trasluce Marta, pronta a disparar veneno a la mínima contrariedad,
¿De dónde proviene esa ira interior? Se ha acumulado a causa de un padre que le tocó en suerte presto a la crítica y al desprecio; de su madre que se mató de forma cruenta como ‘castigo’ por atreverse a crecer en autonomía en vez de seguir en relación de dependencia; por tener que cuidar de sus hermanos; por los apuros que pasaba la familia; por la muerte de sus hermanos que no pudo salvar de las elecciones que tomaron matrimoniales y laborales.
La ira actúa como una bomba de relojería que estalla en el trabajo, donde le imponen como condición de permanencia que realice una terapia.
El psiquiatra le propone el tratamiento del “grito primal”, en el que debe contactar con su madre, llamarla y expresarle sus sentimientos para liberar la opresión interior.
Sorprendentemente se apuntan los fantasmas de los fallecidos a la terapia, que desde ultratumba la intentan consolar y apoyar.
De resultas del tratamiento sale liberada de la ira y “trasformada” en una balsa de aceite, tratando a los demás de forma paciente, cordial, tolerante y considerada.
Queda en la oscuridad que si Marta curada pierde todo su encanto o si cuando era una cascarrabias no estaba tan mal después de todo.
El cuento nos lleva a reflexionar sobre cómo gestionamos nuestro enfado interior. Si lo acumulamos de forma que luego nos es difícil controlarlo y de que manera podríamos liberarnos del exceso de tensión (elaboración, relax, juego, éxito personal..)
NOTAS TÉCNICAS
1A fin de mostrar el mal carácter de Marta se representan estas escenas.
2Ejemplos explicativos: se representan varios sketch en los que la niña le pasa la sal adivinando que la necesita y el padre le dice “Pero si no te la había pedido! Mira que eres tonta, trae, trae ya que me la das”, “No intentes abrazarme que me arrugas la camisa”, “No estarás llorando porque se te ha roto un juguete? No serás tan boba?” Si, las notas son buenas, pero podrían ser mejores!”
3 Se añaden platos económicos a la lista con aportación de los presentes.
4 Se dirige el narrador a alguien (una persona de carácter dependiente) y le habla haciendo de madre como si se tratara de Marta.
5Un actor auxiliar se disculpa como marido infiel prometiendo que será la ultima vez que lo hace, que está arrepentido, que no sabe por qué ha hecho esa tontería auto destructiva, que en el fondo la quiere con locura, pero tiene el complejo de no merecerla, que ante la tumba de su padre jura… El narrador le abraza al final diciendo “Te perdono, pero no me hagas más daño”-
6Escena representada: Marta pide el informe, el subordinado alega mucho trabajo, Marta se irrita porque había avisado que se necesitaba con urgencia y se puede perder un cliente, el subordinado dice que lo siente, pero que tiene que acabar antes algo que tiene entre manos, Marta se irrita y lo tira todo (cartones vacíos). El jefe entra y le ordena ir al psiquiatra bajo pena de despido.
7Escena con el psiquiatra que le propone el ejercicio primal de gritar a una silla vacía “mama”. Al principio le cuesta, luego le sale el grito primal dando una impresión escalofriante al grupo. Luego aparecerán los fantasmas (voluntarios entre los presentes) que le leen un papel escrito detrás del corro hablando como de ultratumba.