el secreto del antiátomo

el secreto del antiátomo

Producir antipartículas a través de desintegración beta es relativamente asequible, pero hoy por hoy producir anti-átomos todavía es inalcanzable. En cambio un discípulo de Sajarov estaba trabajando en el KEK de Japón sobre esta posibilidad. Se le veía con una especie de calidoscopio hexagonal que ocultaba a la vista de los colegas, por temor a que le robaran o plagiaran el estado avanzado de sus investigaciones. Algunos aseveraban que el profesor Yolkhiro Nambu se había vuelto muy susceptible y agresivo. Tal vez había enloquecido tratando de encontrar la manera de producir el anti-átomo, cosa que se suponía inviable con la tecnología de nuestros días.

-¿En qué anda trabajando, doctor Yolkhiro? –le preguntaba afablemente un colega.

-!Y a ti que te importa! –le contestaba bruscamente.

Si le golpeaban a la puerta de su laboratorio para avisarle de una llamada, ya que no quería tener cualquier línea dentro, por si le espiaban o le interferían, se negaba en redondo a abrir y les despedía a cajas destempladas aunque fuera el mismísimo director del KEK quien quisiera hablar con él.

Pensaba que intentaban robarle la maquina caleidoscópica. Un día desapareció camino a España en un vuelo chárter para turistas para ocultarse de sus supuestos perseguidores o ladrones.

Poco acostumbrado al jolgorio español, el ilustre japonés, que iba de incógnito con gafas y un gorrito para no ser reconocido, aunque aquí en Zaragoza nadie sabía que era el KEK, se dejó llevar por los efluvios de la sangría, que se tomaba acompañando la paella, pensando que era zumo de frutas. Una pelandusca que operaba en el local se aprovechó del estado lamentable del profesor para llevárselo al huerto.

Enrique, que casualmente entró en el sitio para aliviar la sed con una tónica schweppes se encontró con el aparato con luces de colores irisadas y no pudo resistir la tentación de llevárselo al ver que no había en el bar nadie que pudiera ser su dueño –mal hecho, claro está, porque lo tenía que haber entregado en la barra por si el dueño lo reclamaba- pero para él la tentación era tan grande como la de un menesteroso que encontrase una cartera con 500€.

En casa estuvo jugueteando con la palanquita, los botones los orificios o las luces intentando ver si la cosa hacía algo. ¿Era un estructor de plásticos, un analizador químico portátil..?1.

Finalmente encontró que pulsando los dos botones superiores, uno detrás de otro, se montaba el artilugio. En ese momento se dijo “esto parece un invento finlandés”

Justo cuando decía en voz alta ‘finlandés’ se encontró trasladado en el tiempo a un día que estaba delante de la habitación de Aurigon Tytär, sin saber si entrar o no entrar, sin saber si sería brusco o intromisivo abusar de que la puerta estuviera entreabierta. Quería preguntarle a Aurigon sobre el afamado sistema educativo finlandés y de paso si conocía el Kalévala y si sabía algo del PDC Prolog, que estaba aprendiendo en esa época. Físicamente Aberto era ‘él’ entonces. Tendría veinticinco años, pelo largo, pantalón y camisa de época. Todo duró unos cinco minutos y después el campo temporo-espacial volvió a la realidad actual. Por un ratito sintió ser aquel que fue, otro, aunque fuera supuestamente él mismo.

Este fantástico aparato olvidado en un bar no se sabe si por un extraterrestre extraviado, producía una especie de mini viajes temporales ¿o puede que fueran alucinaciones?.

Probó para salir de dudas a armarlo otra vez pensando en algo que no fuera problemático, por si acaso, por ejemplo una época en que trabajaba de montador de toldos.

-¡Toldos! – dijo -.

Se encontró siendo mucho más delgado y ágil, moviéndose con soltura y asombrosa flexibilidad, con un taladrín con el que instalaba un toldo de franjas azules y blancas. De nuevo la sensación de realidad era total, incluso respiraba el polvillo metálico de la barandilla que estaba perforando y olía la tela nueva recién desempaquetada.

Otro día estuvo en el instituto, a la hora del patio un día soleado, flotando en el aire los sonidos jolgoriosos de los compañeros, hablando con Eduardo y Jesús, más que hablar, contestando a sus preguntas, porque en esa época era un poco tímido y apocado.

También viajó a una discoteca con la que solía ir con su grupo de amigos. Estaba un poco piripi, todo hay que decirlo, riendo y bromeando, lanzando requiebros amorosos picantes a diestro y siniestro. Sentía un animo y vitalidad que hacía mucho tiempo que no experimentaba.

Otro vez estuvo besando de nuevo a Teresa y acariciando sus pechos y sintió un placer delicioso en contacto con esa piel cuya suavidad nunca más volvió a encontrar.

La brevedad del tiempo de transmutación no daba pie apenas a otra cosa que a revivir, entendiendo por revivir vivir LO MISMO que ya había vivido y olvidado.

Se le ocurrió pensar que tal vez podría cambiar alguna pequeña cosa. Le daba miedo hacer algo que trastocara de tal modo el devenir de los acontecimientos que al despertarse ya no fuera él mismo sino un extraño que ni siquiera supiera que era extraño. Cambiar alguna cosa pequeña, por el contrario, no tendría especial trascendencia. Quería saber simplemente si el despertar se traducía en un cambio domesticado, por supuesto.

Le dio vueltas al modo de comprobarlo. Pensó en algo que estuviera igual que hace mucho tiempo atrás. Se decantó por un día de visita al centro acompañado por su padre, debía haber algún tipo de ferias o algo así porque recordaba estar comiendo un algodón de azúcar.

-!Murallas con mi padre! -ordenó en voz alta al aparato encendido -.

Se comió otra vez el algodón. Lo sentía deshacerse en la boca deliciosamente, cosa que en el ‘futuro’ le resultaría empalagoso. Se dirigieron a jugar a la muralla, que asombrosamente no estaba prohibida, y con un boligrafo que tenía su padre siempre sobresaliendo del bolsillo de la camisa, escribió en el anverso de un envoltorio de chicle “el cambio existe” y lo dejó enrollado en un agujero del muro próximo a San Juan de los Panetes, rellenándolo de barro para que el tiempo lo conservara oculto.

Por un segundo, estando con un pie allí y otro aquí, en tránsito de realidades temporales, al retorno del tiempo y el no tiempo, como ocurre al acordarse de un sueño que hemos tenido en estado onírico al iniciarse el estado vigil, escondió y recordó el lugar del mensaje.

Enrique se acercó en tranvía a la parada del mercado. Se colocó en el lugar del muro que había enterrado antaño el mensaje de papel y en un momento en que nadie miraba, hizo como si se atara el zapato y extrajo el rollito con una navaja.

El papel de chicle estaba bastante perjudicado por el tiempo, pero todavía conservaba desleídos los trazos en los que podía entreverse escrito: “el cambio existe”. 2

Existían las posibilidades tal vez, pero nunca más las ejerció. Enrique devolvió el aparato extraviado al hotel, pero no pudo encontrarse por ningún lugar del mundo al doctor Yolchiro. Parecía que la tierra se lo había tragado.


COMENTARIOS

#sagaEnrique #persecución #pasado #cambio

El doctor Yolchiro ha huido, sintiéndose perseguido por algunos conspiradores que cree que le intentan robar sus investigaciones. El hecho de que venga a parar a Zaragoza y la cómica confusión de zumo con sangría hace sospechar sobre la realidad delirante de la persecución.

Enrique se ‘encuentra’ un aparato que resulta que le traslada en el tiempo a su pasado por cinco minutos, haciéndole revivir sensaciones intensas de estar de nuevo con su amiga finlandesa, en su trabajo con toldos, en el instituto, en la discoteca, con su ex novia y comiendo una nube de azúcar con su padre. La profundidad de las sensaciones parecen alucinatorias. Todos estos mini viajes le ofrecen la posibilidad de vivir lo vivido una vez más, pero Enrique se pregunta sobre la posibilidad de cambiar cosas. Tras un experimento que confirma que “el cambio existe” devuelve la máquina, perdiendo su interés por los mini viajes al pasado.

El cuento nos evoca las ventanas de la memoria, que cuando las abrimos podemos re-vivir otras situaciones vividas que forman parte de nuestro ser, nos reconcilian con nuestro pasado o nos estimulan a recorrer determinados caminos.


NOTAS TÉCNICAS

1A pesar de que los oyentes saben que tiene que ver con los anti-átomos, juegan a qué podría ser, explorando posibilidades tecnológicas (un altavoz bluetooth, una maquina de hacer cigarrillos, etc.)

2El narrador, como colofón del cuento pregunta a los asistentes qué momento del pasado querrían re-vivir o mini-cambiar.

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