Entre brumas
Representado por Fernanda Gardeñes
A Enrique le gustaba pasear al alba por los alrededores del campo de Mollerussa, en esos días de invierno en los que la niebla espesa se apoderaba del paisaje y la humedad llevaba los perfumes de la hierba y los árboles de hoja perenne. A esa hora se entremez-claban los humos de la clofolla con la que alimentaban las estufas, con los efluvios de las granjas de animales y el heno cortado, haciendo que en unos minutos, la atmósfera pasara del negro más profundo al gris claro, con tornasoles y brillos espectaculares.
El espesor plúmbeo sólo tenía el nombre oficial de niebla, como el de nieve para cualquier blancura que se presentara, pero igual que los esquimales tienen cien nombres distintos para condiciones muy sutiles de la blanca nieve, porque viven con ella y no paseando sobre ella, así Enrique conocía ciertos de nombres secretos para cada minuto de niebla según el momento del día, la temperatura, la presión atmosférica o la actividad agraria que se había producido.
Ese día fue el primero en que, al llegar a la loma de la rotonda hacia Linyola, divisó un fenómeno único de tres cortinas: la niebla llenando los campos de la plana, otra rojiza de fiemo que subía con su dosis de metano descompuesto por los rayos del sol y otra cortina en la que parecían condensarse los restos de un fuego. Entre la primera cortina y la segunda se intuía un ser vagamente humanoide difuminado por los filtros.
-Hola, ¡quién hay ahí! -le gritó al Ser-
El Ser le miraba como una máscara blanca diluida detrás de un vidrio mojado y como Enrique le interpelaba una y otra vez, con una voz cada vez más fuerte para ser oído, no tuvo más remedio que contestar:
-¿Cómo es posible que me veas si estoy camuflado en la calima? -preguntó intrigado el Ser.
-Pues te veo porque existes y estas ahí -contestó Enrique, socarrón-
-Sí, pero yo soy un Ser que para ti no es, porque el Ser tiene que ser reconocido como tal para existir.
A Enrique no le convencían estos argumentos. No entendía por qué no habría de ver lo que veía.
– Tal vez las capas de cejo que hay aquí impiden que me pueda camuflar en un escenario tan asimétrico -habló para sí mismo el Ser. Pero qué necesidad tenía de hacerse oír si no estuviera interesado en ser oído, como buscando explicaciones de los ignorantes en vez de en los sabios-.
El Ser acabó acercándose, disimulado todo el rato en su cobertura traslúcida que sólo permitía vaguedades y formas adivinadas. Le confesó que había un mundo paralelo de Seres que los humanos no podían ver porque siempre estaban ocultos a la vista vistiéndose con la pantalla de lo que había detrás suyo. Eran verdes si el fondo era verde, eran pared de ladrillo si en su envés había un muro de ladrillo, una vaca, un árbol, un horizonte, una esquina de una casa, un espacio vacío o un trozo de pozo. Cualquier casa la simulaban de forma tan perfecta que nunca un humano los había reconocido.
-Alguna vez he escuchado que alguien ha visto aparecidos o espíritus de muertos, ¿No erais vosotros? -objetó Enrique-.
-Yo también lo he oído en algún cine o acompañando a alguien vestido de sofá, pero no me lo ha soplado nunca ninguno de mis hermanos.
-¿Soplado?
-Sí, sí, si soplo así ssssssssssss el bufido contiene cientos de datos que viajan en formas de microondas que los hermanos escuchan.
-¿Y en el cine o en el sofá no se te ha sentado nunca alguien encima?
-No. Nunca. ¡Qué barbaridad!. No vamos a ponernos en la espalda del humanoide que se apoya en la pared. Podría descubrir el volumen de nuestro cuerpo al chafarnos. Ni tampoco se nos sienta nadie encima, porque también notaría diferencias del material de apoyo esperado. Siempre logramos evitar el contacto directo. Hemos aprendido durante miles de años a esquivar a los humanos adivinando sus movimientos previsibles. Antes de que se giren nos hemos apartado, aunque fuera con un movimiento brusco provocado por un ruido repentino. Somos endiabladamente rápidos para hacer un movimiento de repliegue o para resituarnos en posición segura. Yo por ejemplo, he estado hace diez años contigo y excepto hoy, que parece posible lo imposible, no has notado mi presencia nunca.
-Entiendo que eres un Ser camaleónico paralelo y perfecto. Lo que no comprendo es para qué estás a mi alrededor o por qué vosotros os interesáis tanto en los humanos en vez de vivir plácidamente en algún oasis o bosque maravilloso.
-Tengo que decirle -le confiesa el Ser- que nosotros vivimos en la medida que os ayudamos sin que os deis cuenta. Cada vez que trasformamos un mal en un bien nuestro organismo se refuerza y nuestras pantallas se reavivan y los bordes se vuelven tridimensionalmente hiperajustables.
-¿Y en qué nos ayudáis, si puede saberse? -pregunta intrigado Enrique-.
-Quitamos el mal en la medida que podemos -contestó el Ser, que se encontraba expansivo y locuaz por poder hablar con un humano por primera vez sin hacer nada prohibido, y por lo tanto sin temor a degradar la pericapa por culpa de un error. Igual que la nieve puede tener mil nombres así el mal es una escala que se puede dividir en muchos matices. Algo puede ser malo, malísimo, medio malo y medio bueno, malo perdonable, con un poco de malicia, mal inevitable derivado de un bien, o un mal mayor fruto de un mal menor, en fin, hay tantas situaciones distintas que para nosotros CUALQUIERA sirve, sea más pequeña o más grande. No nos reservamos sólo para las hazañas extraordinarias, como vuestros héroes, sino que cualquier cosa que te suceda casi seguro que tiene una parte sutil de maldad y entonces simplemente intervenimos en aquello en lo que participamos contigo.
-Ah ¿Sí? ¿Podrías ponerme un ejemplo de algo que hayas hecho hoy por mí?
-No sé si debo… porque el mal que tienes o que haces no existe en la medida que no lo reconoces -objetó el Ser-.
-Insisto, creo que podré encajar la verdad.
-Bueno, si insistes…-dijo el Ser, perdonándose a sí mismo la delación por la curiosidad malsana de Enrique y por si acaso aprovechaba para trasformar esa curiosidad morbosa en un poco de energía- Esta mañana te he apagado el fuego del café de la cocina. Te lo dejas encendido alguna vez, cuando quieres salir deprisa de casa. No has querido molestar a tu mujer para que no se despertara y te impidiera tu paseíllo de calígene. He tenido que coger al vuelo una percha que se caía al suelo. He retirado una piedra que no veías en el camino y te he puesto un rato el móvil en modo silencio hasta que has salido a la calle. ¡Cuando has salido y has murmurado “!hasta luego, cabrona!”, he soplado para que la voz no se oyera. Por supuesto, he añadido el signo de no tomar al pie de la letra por si llegaban las ondas a una hermana cercana.
-Pero eso son minucias indignas de dar sentido a una vida, al menos a una vida humana, -opinó Enrique-.
-Bueno, una vez quité del bolsillo del pantalón un recibo de hotel de cuando fuiste infiel a tu mujer. ¿Eso lo encuentras una bagatela? Preferiría no entrar en otros detalles turbios, créeme. Tu vida ha tenido una protección paralela, pero como te he dicho antes, siempre se escapa un grado de mal o un grado de error que produce consecuencias funestas y te carcome, o sea que nosotros no te salvamos totalmente, sino que nos limitamos a existir con una dosis que no impide que lo inevitable suceda.
-Y a partir de ahora qué pasará si sé que existís? -le preguntó inquieto Enrique-.
-Ya he soplado a mis hermanos y estamos de acuerdo que a partir de ahora el mal será completo desde Mollerussa a Linyola, así que permanece tranquilo porque lo que existirá en adelante para ti será completamente consecuencia tuya.
-No sé si alegrarme o entristecerme de esa libertad…
COMENTARIOS
#sagaEnrique #delirios #referencial #categorización #evitación
Un fenómeno especial de capas de niebla permite ver a Enrique un ser invisible que habita entre nosotros sin que nos apercibamos haciendo el bien, enmendando nuestros errores.
Estos ‘seres’ han aprendido a convivir con nosotros y saben perfectamente rodearnos sin tocarnos, anticipando cada movimiento que vamos a hacer.
Por ser Enrique el único humano que les ha descubierto le revela, ante su incredulidad, un cierto número de ocasiones en las que ha intervenido a su favor (cerrando el despertador, apagando el fuego olvidado en la cocina, retirando una factura de hotel del bolsillo para que no sea descubierto).
El cuento relata la experiencia de contacto con un ser de naturaleza referencial (me vigila, interviene en mi vida). Esa entidad en la narración es ‘protectora’ en la medida de que pasa desapercibida.
En el caso de ser ‘hostil’ estaríamos perdidos. Esta posibilidad no se explora por lo angustiosa que resulta, pero en cierto modo está implícita (tropezaríamos, descubrirían nuestras infidelidades y cometeríamos innumerables errores).
La proyección anímica hacia un ser superior que cuida de nosotros (un ángel de la guarda, por ejemplo) refleja la inquietud que implica reconocer que nos equivocamos y que nosotros mismos no somos garantía de tomar las decisiones adecuadas. Asevera el ser que se alimenta de sus acciones protectoras, se vuelve más fuerte conforme actúa.
Como resultado de haber roto Enrique la invisibilidad del ente protector, además de que le da oportunidad a Enrique de expresar su disconformidad de ser ayudado, tiene la consecuencia de que el ente le devolverá la independencia y responsabilidad de las propias decisiones, y por lo tanto lo abandona a su suerte.
NOTA TÉCNICA
Se realiza una introducción hablando sobre la categorización y la subdivisión. Por ejemplo, árbol: tipos de árbol y qué tienen los árboles, ramas, tronco, raíces. Estas clasificaciones se hacen para mencionar la realidad según las necesidades, para discriminar partes y matices.
Una vez iniciada la narración se hace una pausa cuando se menciona la nieve, poniendo ejemplos de nieves para un español y las distintas clases de nieves para los esquimales. Se ponen ejemplos del dominio del nombre de herramientas y descripciones de tareas para el profesional de un oficio y para el profano.
Se pide que el público contribuya a describir, siguiendo la historia, que tipos de maldad o gente mala se le ocurre, estimulando sinónimos y terminología para describir fenómenos complejos, razonamientos (equivocación), juicios morales (malo), tipos de emociones (maldad).
Dramatiza algunos elementos de la narración en particular el contacto con un ser (alucinación o ente aparecido) viendo cómo sería un contacto físico con el Ser (por ejemplo que se sienta encima tuyo, te toca) en comparación con hablar desde la bruma, rasgos difuminados Entre los presentes se califica la forma de hablar del fantasma, en qué puntos parece humano y en cuáles no.
Se dramatizan momentos de evitación o el arte de no ser observado o conectado. No sólo los del cuento, un actor hace de ser y evita que alguien se le siente encima, o se camufla en el perchero, etc, si no en algunas situaciones cotidianas.
Se habla de los matices del mal y del error intentando matizar las “escalas grises del mal”. Se mencionan las consecuencias del error, aprender de él, repetirlos, salir airosos, etc..
El cuento relata la experiencia de contacto con un ser de naturaleza referencial (me vigila, interviene en mi vida). Esa entidad en la narración es ‘protectora’ en la medida de que pasa desapercibida.
En el caso de ser ‘hostil’ estaríamos perdidos. Esta posibilidad no se explora por lo angustiosa que resulta, pero en cierto modo está implícita (tropezaríamos, descubrirían nuestras infidelidades y cometeríamos innumerables errores).
Como resultado de haber roto Enrique la invisibilidad del ente protector, además de que le da oportunidad a Enrique de expresar su disconformidad de ser ayudado, tiene la consecuencia de que el ente le devolverá la independencia y responsabilidad de las propias decisiones, y por lo tanto lo abandona a su suerte.
La proyección anímica hacia un ser superior que cuida de nosotros (un ángel de la guarda, por ejemplo) refleja la inquietud que implica reconocer que nos equivocamos y que nosotros mismos no somos garantía de tomar las decisiones adecuadas.