La huella en el papel
Javier fue a sacar a los perros a pasear y al coger la correa de encima de la mesa del comedor vio una libreta en blanco que tenía firmes relieves de letra escrita, como si se hubiese trazado la escritura de la hoja con fuerza y luego, por extraña premura, se hubiera arrancado y la herida hubiera dejado una huella visible que se podía leer si se quería.1
Le pareció extraño que Laura dijera:
-Salgo y vuelvo dentro de un rato!
Y antes de que pudiera preguntar por qué, a dónde y cuándo volvería, ya se había cerrado la puerta y dejado el olor de perfume caro que usaba en las ocasiones importantes.
Le perdonó Javier el pequeño desaire y el abandono de los perros que le tocaba pasear a ella. En el amor no cabe reproche al que te lo da todo y le hace sentir el doble de lo que le toca con ración gratuita de generosidad.
-Te quiero, te quiero, te quiero mua cua cua ma.. – le había dicho hacía un rato en un arrumaco en el sofá.
Para darle una sorpresa en vez de un reproche, antes de salir, limpió todo y preparó un puré con gambas al ajillo y perejil para cuando ella volviera, para que se sintiera no solo en libertad sino también en una jaula de oro donde el jilguero del amor pudiera cantar a gusto.
Ya estaban los perros2 babeando con sus correas de paseo, contentos de estirar las patas y respirar aire fresco cuando le entró la tentación estúpida de espiar lo que decía la libreta para averiguar la causa de la partida repentina.
Laura .. ¡Le había dado tantas muestras de amor!. Le había contado tantos pormenores y ocurrencias para amenizarle las tardes en el “parque de las pelusas”, los perritos de pequeños fueron los culpables del patronímico, y le había hecho sentir de una forma tan divina que podía considerarla objeto merecido de amor no solo en el uso, sino en el abuso que la pasión excedida se permite. Nunca se le había pasado por la cabeza que ella pudiera tener secretos, que digo, secretillos, ni olvidos de algo relevante.3
“Quizá Laura -pensó Javier- esté preparando alguna sorpresa para mí, confabulándose con algunos vendedores de discos raros para agasajarme con alguna reliquia exquisita o joya descatalogada. Quizá ha apuntado alguna receta de puré con almejas y azahar, o de puré con habitas y menta, o puré con salchichas y cúrcuma o un puré con sésamo dorado tostado, piñones y albahaca o puré con hebras de azafrán, cardamomo, nuez moscada y cebolla caramelizada4… Ella ha escrito la receta que le ha pasado alguna amiga y ha salido corriendo a buscar ingredientes y yo, ¡tonto de mí!, le chafo la sorpresa preparando puré con gambas congeladas”.
Descartó la hipótesis, le pareció raro que se tratara de una receta de su amiga porque no había llamado nadie en toda la mañana de domingo, ni había tiendas abiertas, ni tampoco tenía ninguna amiga.
Los perros ya protestaban por el suplicio de tántalo5 de anticipar la puerta abriéndose, porque los pobres esperaban traspasarla por costumbre y memoria, pero permanecía cerrada cada vez que la miraban.
Se le ocurrió que el misterio de las grafías huecas pudieran ser resultado de una lista ¡Cuánto le gustaban a ella las listas: listas de los diez mejores canciones del año, lista de personas a las que enviar la postal navideña con la palabra navidad agujereada, recortada; lista de los libros para leer sin falta en lo que quedaba de año; lista de las diez mayores virtudes de Javier; lista de los diez mejores purés; lista de las cosas para llevar en el bolso; lista de gastos; listas de propósitos; lista de tareas..6 prácticamente no había día sin lista, ni lista vacía para un buen día.
Pero claro, en contra de esta suposición estaba que ella no tenía costumbre de hacer listas para el domingo, las solía hacer el sábado para poder disfrutar de más tiempo juntos.
Los perros ya lloriqueaban impacientes, enfadados por la absurda tardanza.
Se le ocurrió que tal vez a Laura le había venido la inspiración de escribir alguna carta repentina. Alguna vez le daba por ahí y escribía de golpe una nota. Que recordara:
1. a su compañera Marilú, diciéndole que aceptaba que tenía razón en que P.M. cantaba mejor que J.L., con abundancia de explicaciones y justificaciones.
2. a su madre, diciéndole que aquella vez que se enfadó con ella porque había fregado mal por las prisas de salir a jugar y le había dado un puntapié al cubo de la fregona tirándolo todo y castigándola toda la tarde de rodillas de cara a la pared, había sido una cosa totalmente abusiva y antipedagógica y que por eso siempre la había querido de una forma fría, con afecto, quizás, pero un afecto acartonado y formal.
3. al médico de familia, diciéndole que cómo se le ocurrió ponerle vendas en la ingle para prevenir un posible abultamiento inguinal a una niña en plena pubertad, acomplejándola en su sensibilidad e impidiendo asumir su feminidad de forma adecuada.
4. al periódico, protestando por los desalmados que llevaban a pasear perros agresivos o neuróticos sin correa pensando que los sustos, amenazas e intentos de cubrir a las perras en público eran graciosas travesuras que gentes agriadas e instanciadas eran incapaces de entender.
5. aquella otra carta divertida alegando que por qué la escala musical tenía que empezar por do en vez de fa o sol.
6. a su padre , criticándole el empeño de que fuera a visitar a la tía Felisa que era mala como la tiña, desagradable, olía a meados de gato y encima la tenía que querer con locura y parecer bien que la besara con los labios bordeados de restos grumosos de café con leche que acababan pegados a su mejilla y no entendía que la tiranía del amor no era amor, ni que éste se ganaba con cuatro perras de propina, intentando convencerla de que le daba mucho pensando que era tonta y no se enteraba cuando sí que lo hacía y lo juzgaba como injusto, tirano y egoísta rematado.
Una carta para un desaguisado era una buena explicación, sino fuera por que en esas ocasiones que ejercía diatriba y exponía su ira por escrito, sus escrúpulos de culpa y sus sospechas de ética difusa conllevaban reiteradas consultas:
-Y a ti, Javier, ¿qué te parece?. ¿qué opinas del asunto?, ¿crees que me he pasado? ¿te parece que logro trasmitir los sentimientos que me asaltan, a pesar de la distancia o del tiempo trascurrido? ¿te parece una tontería? ¿crees que está bien escrito? -y así, con intermitencias, hasta resultar agotador.
-No te estaré agobiando o siendo pesada, cariño? -solía decir, cuando se daba cuenta de que estaba siendo reiterativa.
-No, no, tú nunca puedes ser pesada para mí porque eres tan ligera, tan buena amante y tan buena persona, que en tí la maldad o la pesadez se convierten en ornamento decorativo.
-¿!Lo ves por qué te quiero tanto!? -respondía ella.
La verdad es que la curiosidad se despertaba en Javier, terca, a medida que los perros le querían llevar fuera de una vez y la premonición de poder orinar ya les estaba produciendo una comezón que les hacía retorcerse y removerse intentando espantar lo inevitable.
Como no encontraba acertadas las suposiciones obvias de por qué había escrito lo que había escrito Laura y en vez de darse por perdido, aparecían otras nuevas, más retorcidas y peregrinas. Estaba ahí parado sujetando a los perros en la entrada, entretenido como en esas ocasiones en las que uno tiene mucha prisa, pero en vez de salir corriendo, se dedicaba a hacer antes otras cosas pendientes como cuando llego tarde, pero primero dejaré puesta la lavadora, tengo prisa, pero primero dejaré la cama hecha, tengo prisa, pero antes me lavaré los dientes…7
Si hay que decir toda la verdad, toda hasta el final, era que Javier siempre había estado en contra de espiar la intimidad de la pareja, su bolso, su teléfono, su agenda de notas, su ropa, el saldo de su cuenta, las cartas privadas, las cartas comerciales, las recetas del médico, las nóminas del trabajo,8nada de nada. Si uno no respeta al otro, si hacemos trampas, si de tapadillo engañamos, desconfiamos, espiamos, entonces algo puro, limpio y honesto se destruye y el amor deja de ser amor verdadero y el amor con la mentira deja de valer, se degrada, se devalúa y se disipa.
Javier había llegado a este principio tan tajante debido a un par de episodios desagradables.
Uno fue cuando un profesor -el profesor aludido precisamente en el diario que solía escribir- violó su intimidad leyendo las páginas que había escrito para desfogarse, para especular, para ofender sin ofender, para ejercer una libertad malsana y así poder ejercer una bondad sana, algo parecido a la paz después de una corrida de toros al estar sosegados porque muertos los animales ya no hay drama, por una fantasía mezclada con la realidad tal como nos acostumbra el cine. Nada que pueda tomarse con rigor científico ni como testimonio o confesión legal. Un diario que escribía en nombre de lo privado, como su título decía “Diario personal de Javier, no leer bajo pena de desprecio” pero que en realidad era como una licencia para decir lo que quisiera, especialmente cosas morbosas, cosas truculentas, retorcidas, exageradas.
“Hoy he visto al padre Marcelo. tocando las piernecitas afeminadas de Diego Landa, el muy maricón disimulando y luego el muy cabrón dando lecciones de moral.”
¡Lo leyó!, sin permiso! La que se montó. Que si Javier es un monstruo pervertidor, criminal mentiroso, que pudría las manzanas sanas del colegio, animal depredador del que había que alejar las ovejas del corral.
¡Qué malentendido! ¡Con lo a gusto que estaba en el colegio en el que se permitía esas licencias poéticas!, ¡con lo que apreciaba a Diego Landa e incluso al prefecto cuando no era un cabrón redomado.
Desde entonces tenía muy claro que leer algo privado era muy pernicioso y por lo tanto tampoco iba él a leer los escritos privados de Laura, aunque fueran poemas de amor que le estuvieran destinados, ni menos aún, descifrar con lupa los naufragios acolchados de los rasguños de las frases como si fuera un vulgar fisgón.
Los perros ya comenzaban a lanzar ladridos malhumorados, sin atreverse a más de momento, no fuera que le diera al amo por castigarles sin salir por ladrar.9
También evocó Javier, había que atar la tentación con las cadenas del recuerdo, una ocasión en la que ocurrió algo ridículo en un trabajo en el que estaba de prueba. El encargado les pidió que escribieran todo lo que observaran,
-“¡Qué tonto soy!” -dijo Javier de pronto cuando le vino a la mente el episodio que nunca más quiso rememorar, cosa que hizo callar repentinamente a los perros, que si pudieran hablar dirían “que le pasa a este tontolaba”. 10
-” Tonto, tonto, tonto”- insistió la voz de ultratumba.
Había escrito que el jefe le resultaba prepotente, chulesco y dándoselas de experto en relaciones laborales. Se suponía que era borrador privado escrito a mano, que en todo caso había que pasar a máquina -despejada de comentarios extraoficiales extemporáneos- y en cambio el encargado le había dicho:
-No, dámelo tal cual. Me parece más espontáneo y de paso conozco vuestra letra, cosa que dice mucho de si el trabajador es organizado, pulido o buen observador.
-Pero, de verdad señor Juan Rodrigo, son retazos de comentarios, anotaciones al vuelo cogidas a modo de recordatorio encriptado -insistió Javier para zafarse del peligro.
-No, le digo que me lo entregue tal cual. No hay discusión posible o ya sabe dónde está la puerta.
La puerta del despido estuvo abierta también en cuanto D. Rodrigo leyó los comentarios impertinentes.
A pesar de la confianza ciega, del amor absoluto, de los diarios violados y los comentarios escritos con malicia para no ser leídos, Javier no pudo evitar acercarse a la libreta de Laura y pasar el carboncillo para leer lo que decía la hoja.11
Entonces se quedó helado, pasmado, inane, estupefacto…12:
“Petrusquito mío, me voy a encadenar a la puerta de tu casa hasta que bajes y me veas. Te voy a dejar esta carta en el buzón para que sepas que te amo con locura, que solo pienso en ti todo el día, soñando que me miras, me hablas, me ves encadenada a tu verja. Por favor, mírame y recoge el charquito en el que tu mirada me ha fundido”
Petrusquito era ¡Pedro Adromán!, su compañero de trabajo.
Los perros aullaban de rabia, frustración y contagio de los lloros de su amo que entre sollozos balbuceaba
-“¿Por qué?, ¿por qué? ¿por qué?”.
MATERIAL AUXILIAR
Se conoce a Tántalo por haber sido invitado por Zeus a la mesa de los dioses del Olimpo. Jactándose de ello entre los mortales, fue revelando los secretos que había oído en la mesa y no contento con eso, robó algo de néctar y ambrosía y lo repartió entre sus amigos. Tántalo quiso corresponder a los dioses y les invitó a un banquete que organizó en el monte Sípilo. Cuando la comida empezó a escasear, decidió ofrecer a su hijo. Descuartizó al muchacho, coció sus miembros y los sirvió a los invitados. Los dioses, que habían sido advertidos, evitaron tocar la ofrenda. Sólo Deméter, trastocada por la reciente pérdida de su hija Perséfone, «no se percató de lo que era» se comió el hombro izquierdo del desdichado. Después de castigado por Zeus con la muerte, Tántalo fue eternamente torturado en el Tártaro por los crímenes que había cometido. En lo que actualmente es un ejemplo proverbial de tentación sin satisfacción, su castigo consistió en estar en un lago con el agua a la altura de la barbilla, bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. Cada vez que Tántalo, desesperado por el hambre o la sed, intenta tomar una fruta o sorber algo de agua, éstos se retiran inmediatamente de su alcance.
COMENTARIOS
#sagaJavier #confianza #sospecha #separación
El cuento desarrolla un conflicto entre confianza y sospecha.
Javier contempla distintas posibilidades de explicación de la repentina marcha de Laura: su costumbre de hacer listas, su afición a las escribir notas. Se presenta de esta forma un talante pasional de ella y se nos permite también demorar el ‘esqueleto desnudo’ de la historia mediante un prolífico suspense. Las pequeñas historietas se incrustan en la narración principal como ‘datos’ de personalidad de los dos personajes, y la duración dramática se ve acompañada del ‘reloj’ realista de los perros que son los que de dan cuenta de que se está ‘perdiendo el tiempo’ en la inmovilidad del pensamiento.
Como voto de ciega confianza decide preparar una comida y sacar a pasear a los perros. Pero en el curso de llevar a cabo esa intención surge el contrapeso venenoso de la duda. Una fuerza parece suscitar a su contraria.
Se saca a colación el derecho a la privaticidad elaboraba en distintos planos narrativos, narraciones dentro de la narración. Estos planos encajonados sacan a la luz el discurso complejo, en comparación con el simplificado en el que se apoya a menudo el deterioro mental. Mediante facilitadores dramáticos como voces distintas, apartes, soliloquios, repetición -3 veces como las 3 pruebas de los cuentos- para que el oyente no entre en confusión. Hay historias que actúan como causas por las que el protagonista respeta la intimidad y se niega por ‘principios’ a leer la nota. Se deja a la deducción del oyente, aunque tampoco hay problema en confirmar las suposiciones haciendo explícita la relación intercalando un comentario explicativo.
Queda también puesta en evidencia la sospecha, a pesar de que Javier se esfuerza por no tenerla: los hechos inauditos como que ella no haya avisado que se iba, una nota que ha suprimido a la vista, los domingos no hace listas, las notas se las consulta primero…
La sospecha crece contra más se intenta reprimir y paraliza la vida espontánea (interrumpe el paseo de los perros, nos lleva a rememorar errores cometidos) y las consecuencias “ladran” como los animales que no entienden la demora del amo.
El momento álgido de descubrir el desaguisado queda en suspenso simbolizando una herida que nunca más podrá sanar. En el aullido se alza y se inaugura el dolor.
La narración no se ofrece como un apaciguador halagüeño, como una fantasía benevolente y santurrona, como el happy end de las películas románticas.
Este final “en punta” no molesta a los oyentes, acostumbrados a reconocerse en el desastre, sin dulzura ni componenda. Entender que las cosas se descarrilan por lo menos soporta un tipo de comprensión y alivio que facilita una adaptación a la derrota, una resilencia.
NOTAS TÉCNICAS
1En la narración escenificada se muestra una hoja con relieve de trazo invisible de una forma rápida para que se vea que hay mensaje pero no pueda leerse.
2Los perros están representados por dos personas que ponen de relieve el deseo de salir a la calle y que reaccionan con impaciencia cuando se les frena o demora estirando de la cuerda en dirección a la puerta o arañándola con las patas.
3En forma de soliloquio
4 Solicitamos ayuda extra para mencionar alguna forma de puré distinta.
5 En función del tiempo disponible se puede amplificar la narración con la sub-historia mitológica de Tántalo,
6 En forma lúdica sugerimos alguna aportación sobre otros tipos de listas que se les ocurran a los oyentes.
7 Las diferentes situaciones pueden presentar acompañadas de un grado de escenificación (ir rápido hacia la puerta, pararse en seco y volver a hacer una cosa pendiente).
8 Se puede pedir a los oyentes que amplifiquen la lista con situaciones de su cosecha ‘socializar’ los celos que Javier no tiene pero que cualquiera podría tener.
9Los que hagan el papel de perros muestran esas emociones perrunas que son esquemas emocionales que podrían ser perfectamente humanas.
10El narrador berrea en estas expresiones de “tonto tonto” para introducir clima emocional al desenlace en el que con el mismo sensacionalismo gritará “por qué por qué”.
11Los oyentes realizan la operación con el papel que antes se mostró
12Colaboración con vocabulario emocional