Al borde del acantilado

Al borde del acantilado


Necesitaba Remi pasar unos días de vacaciones en algún lugar tranquilo y que fuera asequible para sus menguados ingresos. Probó en internet poniendo en el cajón de búsquedas “apartamento barato al borde del mar” sin muchas esperanzas de encontrar algo asequible, sino más bien para resignarse de antemano a irse a algún lugar remoto, feo y cutre del interior por ser la única solución posible. Pero el navegador le presentó una solución inesperada: “chollo:1 a solo unos minutos!! Apartamento en primera línea de mar 50€ una semana”.

Sin dudarlo rellenó corriendo la reserva antes de que se la quitaran de las manos y logró que se la confirmaran.

Con las prisas no había podido ver las fotos de la casa ni del lugar, así que con calma exploró donde estaba ubicada, averiguó que requería unos cuantos enlaces en autobús para llegar y se encontraba en el tramo final algo lejos del pueblo, tal vez una hora caminando.

La casa tenía el aspecto de una cabaña incrustada en la roca. En parte era una cueva. La fachada estaba cubierta de una vidriera que dejaba entrever dentro un ambiente de diseño moderno.

Se hallaba situada en lo alto de un precipicio que daba a una cala rocosa, pero con algunas lenguas de arena. Era de suponer que habría algún camino para bajar.

Estaba rodeada de árboles espesos y vegetación tupida con un riachuelo que tiraba por las rocas una cortina de agua que no llegaba a categoría de catarata.

Cuando llegó a Cantafora nadie sabía darle razón del camino que había que tomar para llegar a la casa del acantilado, aunque todos le remitían a la “Dama de Blanco” como la sabedora del asunto.

-¿Me podría indicar donde la puedo encontrar? –les preguntaba.

-No se lo puedo decir. Suele aparecer por el pueblo todos los días, espere y la verá. No tendrá dificultades en reconocerla porque va vestida siempre de blanco.

Remi esperó en un banco que había cerca de la fuente de la plaza del pueblo y luego en un bar que estaba a la entrada y otro que estaba en la salida. A los parroquianos que preguntaba por la hora de la aparición no se ponían ninguno de acuerdo, unos que a las once otros a las dos, a las seis, incluso otros al anochecer.

No sabía si pernoctar en el pueblo e irse al día siguiente considerando el chollo una estafa, y perder el dinero y la paz, que se había trasformado en desasosiego por la falta de información.

Justo cuando ya se decidió a dar todo por perdido y se dirigía a la fonda del pueblo apareció la Dama Blanca.

-Oiga! Oiga! –le llamó de lejos antes de que desapareciera como una exhalación fantasmal por un callejón.

La dama blanca le dio la llave de la casa y le indicó el camino con exactitud, haciendo un pequeño mapa en un papel y algunas instrucciones sobre el uso del agua.

-Tiene una hora de camino a paso ligero. Le aconsejo que se lleve algo de comida porque ahí no hay nada y una linterna, porque hacia las ocho cae la noche.

Remi estaba tan contento de tener al fin la llave que no dio mayor importancia a los consejos que le daba la Dama y se dispuso a recorrer la distancia antes de que se fuera el sol.

El camino era mas bien estrecho y sinuoso. Se preguntaba Remi cómo habían podido acceder para ahí los materiales de construcción. Por el suelo se enmarañan hierbas y zarzas como si no hubiera sido transitado en mucho tiempo.

Se arrepintió de no haber hecho caso a la Dama blanca y haber comprado una linterna, porque el último tramo lo tuvo que hacer a la luz de la luna tropezando en varias ocasiones.

Llegó a la cabaña, abrió y encontró la luz sin mayor dificultad.

Las penurias y el cansancio desaparecieron por momentos al contemplar el interior impecablemente amueblado con diseños vanguardistas, todo ordenado e impoluto como un hotel de lujo. Se sintió afortunado y con la expectativa de poderse recuperar en ese lugar tan bonito y aislado.

Fue a la cocina a beber o comer algo, pero tal como le había avisado la Dama todo estaba vacío, es más, parecía como si nunca se hubiera usado y tanto en la nevera como en la encimera se veían etiquetas y pegatinas de electrodomésticos recién instalados.

Cenó una barrita de cereales que tenía en la mochila, se estiró vestido en la cama un momento para probarla y se quedó dormido.

Por la mañana pudo ducharse al menos, con agua que provenía de un depósito que se rellenaba del riachuelo, aunque sin jabón y pensó en visitar los alrededores de la casa y luego ir al pueblo a desayunar.

Hizo mentalmente una lista de cosas que necesitaría para pasar unos días sin tener que recorrer la distancia al pueblo muy a menudo: “Jabón, leche,…..”2

Observó que efectivamente la casa estaba construida en su mayor parte en una cueva horadada en un promontorio arcilloso cubierto de espesa vegetación, disimulando la arquitectura lo artificial dentro de lo natural. Se veía el mar tras las ramas de los pinos y se oía el rumor del agua del riachuelo mezclado con las olas.

Había una especie de camino que se adivinaba detrás de unas losas resbaladizas por las que circulaba el agua y Remi supuso que conducía a la playa “camino de la playa” anotó mentalmente para preguntarle a la Dama Blanca que esperaba ver mas temprano esta vez.. “linterna para el camino, velas por si acaso..”. añadió a la lista de compras.

Se fue a paso ligero hacia el pueblo con la mochila vacía y una vez en el bar de la entrada , pidió café con rosquillas de anís y le pregunto al camarero sobre la Dama Blanca y si sabía porqué era tan barata la casa rural para turistas.

La pregunta no le gustó nada al camarero. Parecía incluso que le daba miedo o repelús hablar de ese tema, así que esquivó la pregunta diciendo:

-Yo no hago caso de habladurías, así que no sé nada con certeza, esa es la verdad, que no se GRAN cosa.

Remi no se atrevió a averiguar al menos una PEQUEÑA cosa, pensando que en los pueblos se chismorreaba, se difamaba o se deformaba mucho, como en el caso del pueblo de su supuesta novia en que se decía que la maestra se había ahorcado porque su marido había tenido una hija con otra mujer.

Como la lista era bastante larga llenó la mochila y un par de bolsas más que le dieron en la tienda de ultramarinos y ya se dirigía hacia las oliveras al final del pueblo en las que arrancaba el sendero, cuando de golpe aparece la Dama Blanca, como si esta vez le buscase a él en vez de aparecer cuando no se le esperaba y le dijo:3

-Pero hombre de Dios, como va usted tan cargado tan lejos.. Tendría que hacer la compra en dos veces o llevar un carrito..

-No se preocupe, señora Bl… -por poco le llama blanca, pero se da cuenta que ese no debe ser su nombre real.- Soy fuerte y no me pesa tanto.

-Pero tenga en cuenta que un peso que no pesa mucho al principio del camino, cuando el camino se hace pesado, pesa el doble…

Sin hacerle más caso en ese punto, Remi aprovechó para preguntarse sobre la accesibilidad a la playa por el camino que había detrás de las rocas resbaladizas.

-Por poder, se puede, pero algunos tramos son realmente difíciles y peligrosos y alguna vez han ocurrido percances, así que no sé si es muy recomendable que vaya a la playa por ahí. Tiene un acceso a otra playa por carretera a unos pocos kilómetros del pueblo.

Le dio las gracias, aunque en su interior Remi estaba como rebelde ante las contrariedades y en su fuero interno se decía “pues pienso llevarme todo a la casa y bañarme desnudo en la cala solitaria mal que te pese”.

La Dama Blanca hizo una mueca como irónica o burlona y se fue no se sabe por donde ni a qué lugar misterioso.

A mitad del camino Remi estaba agotado y no tuvo mas remedio que dejar lo más prescindible en mitad del camino para volverlo a buscar por la tarde.

Al llegar a la casa y dejar las cosas ordenadas se dispuso a explorar el peligroso camino de la playa. No sabía si llamarlo camino en realidad, porque ni era llano ni tenía anchura. Para bajar debía bordear el acantilado y para colmo las rocas cubrían parte del recorrido y tenía que adivinar la dirección e ir saltando de piedra en piedra. 4

Llegó a un recodo donde había una especie de gruta profunda, en un estado de desasosiego que nacía tanto de lo abrupto del camino, del propio estado anímico que parecía desbocarse en vez de calmarse como se suponía en vacaciones y sobre todo por la dificultad paralela que adivinaba mientras bajaba que tendría cuando le tocara subir.

La gruta era bastante profunda y negra, como si se hubieran hecho fogatas que hubieran ahumado las paredes o estuvieran hechas de un granito tan oscuro que parecía antracita.

Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad le pareció que había figuras como de animales pétreos, como los que se ven en algunas catedrales y al tocarles el hocico por un momento le pareció que se movían y revivían a cámara lenta.

-¡!Estoy como un cencerro!!- se dijo a si mismo en voz alta, para ver si así los animales volvían a su estado mineral y no se le echaban a la cara una vez resucitados.

Salió de ahí con una nueva motivación para bajar a la playa y bañarse en el mar con esa sal que cura las heridas, limpia los males del alma y también algunos afirman que espanta a los demonios.

Costó mucho, tuvo algún que otro resbalón que si no fuera por unos matojos le hubiera podido causar un accidente. Se hizo daño. El tobillo quedó un poco tocado, pero logró bajar, al final tirándose a la arena desde una altura considerable. 5

La marea estaba baja y en la playa se divisaban restos que parecían algas o maderos náufragos. Se acercó y con espanto contempló un panorama siniestro. Había zapatos hundidos en los que sobresalían las puntas coronadas por líquenes, mochilas deshilachadas, cajas rotas, y una especie de mano que no se sabia si era de un maniquí o un ahogado..

Se espantó. Miró el camino de subida y mientras lo recorría6 con la vista como poniendo crucecitas rojas en un mapa en los lugares más inaccesibles o peligrosos, al llegar a la altura de la cueva negra le pareció divisar a la Dama Blanca que parecía reírse diciendo:

-Jajajá… mira que te he avisado.. jajajá7

No podía precisar Remi si había sido una falsa impresión o un eco de su propio espanto.

Tampoco sabía si aquellos restos en la arena pertenecían a incautos como él que saltaron el último tramo y se quedaron atrapados por no poder salir del atolladero, todos visitantes de la casa del desfiladero, víctimas de la Dama Blanca y de la conspiración de silencio de los del pueblo amedrentados.

Intentó subir con distintos apaños la distancia hasta el saliente desde el que había saltado, pero después de unos cuantos intentos se dio cuenta de que era imposible acceder.8

No tuvo más remedio que arriesgarse a salir por la mar con la esperanza de encontrar la otra playa que había mencionado la Dama Blanca, si es que existía.


COMENTARIOS

#sagaRemi #aislamiento #impulsibidad #alucinaciones

Remi consigue un apartamento en un lugar paradisíaco cerca de la playa a un precio anormalmente bajo. Se deja llevar por la ilusión sin recelar del precio ridículo. Debe encontrar las llaves de la casa que tiene la Dama Blanca, en alusión a la mujer vestida de blanco que dicen las leyendas que se aparece a los automovilistas en las curvas peligrosas para causarles accidentes mortales.

Tiene tantas ganas de llegar al destino y funcionar a su aire que no escucha los consejos de la Dama de llevar linterna ya que la casa no tiene víveres. La impulsividad de Remi le lleva a pasar la primera noche sin vituallas.

Arrepentido, hace una lista para traer las cosas necesarias el día siguiente. Cuando le ve con las bolsas, aparece otra vez la Dama blanca aconsejándole no llevar tanto peso de un tirón y le recomienda no usar la cala de la casa, por tener un camino peligroso, aleccionándole a usar otra unos kilómetros más lejos.

Remi tampoco esta vez toma en cuenta los consejos de la Dama Blanca y a medio camino tiene que dejar la mitad de las compras por cansancio. Además comete la imprudencia de ir a la playa por el camino desaconsejado, por una fe ciega en su suerte o porque sus impulsos no admiten reflexión suficiente.

En un recodo encuentra una cueva en la que cree distinguir cabezas de piedra que le dan sensación de que cobran vida. Percibe una especie de pérgolas que se mueven a cámara lenta. Huir de estas inquietantes visiones y la impulsividad que ya tenía bajando el sendero peligroso provocan la decisión final de saltar a la arena sin considerar que luego sería imposible trepar la distancia hacia arriba de ese último tramo.

Se queda inmovilizado en la playa de los naufragios, en la que han ido quedando atrapadas otras personas y sus enseres, gente que había veraneado antes que él. La Dama Blanca ríe a la altura de la la cueva con una risa maquiavélica que pudiera significar que lo ha engañado dándole buenos consejos contando con que por rebeldía o terquedad los iba a rechazar y así caería en la trampa mortal de la cala del acantilado.


NOTAS TÉCNICAS

1Se pide a los oyentes que relaten una ganga que hayan conseguido alguna vez.

2Entre los presentes complementamos la lista de cosas urgentes para funcionar una semana en un apartamento.

3Se interpreta esta escena con la colaboración de algunos de los presentes.

4El narrador hace una exhibición de la dificultad del camino simulando ir por un lugar tortuoso. Se tiene que poner de perfil agarrándose a la pared porque el sendero tiene poco espacio, da saltos peligrosos…

5De nuevo exhibición de caminar complicado, con daño en el tobillo, parada en un promontorio divisando el mar, mirando abajo a la arena sopesando el salto, se tira al suelo con aspavientos rodando unos metros.

6Estos objetos se pueden distribuir por la sala para causar mayor impresión.

7Voz fantasmal que se ríe y le echa en cara no haber hecho caso de los avisos de peligro.

8El narrador hace amagos de saltar para agarrarse al saliente en el que empieza el camino de vuelta, pero esta muy alto y no llega. Intenta usar algún objetos pero no sirve o no les suficiente..

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