La maquina psiquiatra y el frigoondas

La maquina psiquiatra y el frigoondas

Don Roberto Rodiguero era un ingeniero técnico talentoso de esos que no solo se les ocurren las ideas aparentemente más elementales y útiles, por ejemplo, por qué no, un microondas además de calentar no pudiera también enfriar un líquido con un simple botón, sino que además eran tenaces y capaces de llevarlo a la practica.

Una vez conseguido el aparato –en su estado de prototipo, con sus aditamentos colaterales mecánicos que le daban al electrodoméstico un aire futurista- se presentó a la feria de nuevas patentes de Bejhin en China, al lado de un gallego que presentaba una psiquiatra virtual. Se interesaron las grandes empresas de sector. LG le prometió estudiar la compra de la patente.

La verdad es que tenía ilusión de salir del atolladero en el que se encontraba. La empresa para la que había estado trabajando casi veinte años había quebrado, su mujer no había resistido las estrecheces de dinero y se había vuelto a vivir con su familia, los amigos le estaban dejando de lado y la búsqueda de empleo se estaba volviendo un camino de espinas, con rechazos, por saber poco o saber demasiado, por ser mayor o no saber idiomas o porque su perfil no encajaba. Todo eran pegas.

Su vecino de stand, el gallego, no pudo sacar en claro la eficacia del programa de la psiquiatra porque en la exposición funcionaba en ingles y chino y no dominaba ninguno de los dos idiomas. El gallego le prometió que le llamaría un día para comentar la jugada y para hacerle una demostración de cortesía, promesas que se hacen en momentos de euforia y expansividad social, que a menudo no se cumplen, pero que al menos se proponen como sucedáneo de agasajo y buena voluntad.1

A Don Roberto ese deseo de compadre le recordaba, desde otro punto de vista, a a su tía, a la que últimamente visitaba con frecuencia y aunque esté mal decirlo, más motivado por el pollo asado de los domingos que por devoción.

La tía no paraba de presumir de sus hijos, de lo bien situado que estaba Ernesto y lo bien considerado que le tenían, de cómo le querían todos y lo bien que le había ido a Marina –a la que abandonó por cierto años después el famosísimo y riquísimo empresario con el que se casó, de las buenas notas de Eduardo, del funcionario jefe con el que se había casado Nieves. Frente a la catarata de alegatos de orgullo maternal Don Roberto movía la cabeza con una sonrisa forzada sin decir nada no fuera que una palabra desbordara otra cascada de nuevas presunciones. Pero ni la huérfana sonrisa helada ni el silencio como contestación paraban nunca a su tía Marilú, cegada por sus glorias enfervorecidas.2

Mientras se concretaba la venta de la patente no tuvo mas remedio que vivir del paro. Don Roberto, tan osado como inventor y viajante, en cambio era muy vergonzoso, apocado y pusilánime en cuando a atreverse a pedir a su hermano que le devolviera aunque fuera poco a poco el préstamo que le hizo en tiempos mejores.

Don Roberto estaba sumido en el desespero de la espera baldía del resultado de su invento, añorando y odiando a su esposa traidora que había abandonado el barco como las ratas, preparando entrevistas derrotado de antemano, intuyendo que se le podía vaticinar un final sin esperanza, cuando de pronto recibió una misteriosa llamada de una mujer que tenía una voz muy suave y aterciopelada.

-Me llamo Elena y quería preguntarle algo, si me lo permite…3

-Como no se lo voy a permitir con esa voz tan educada y dulce que es una especie de bálsamo para una persona con tantos agobios como yo…

-¿Agobios? –se interesó ella como si fuera el hecho más insólito del mundo.

-Bueno cada uno tiene lo suyo…

-¿Y qué es lo suyo? –replicó la voz angelical-.

-Bueno, pues mire, ya que me lo pregunta con tanta amabilidad y educado interés, la crisis se llevó al traste la empresa en la que trabajaba, tengo deudas que no se si podré pagar y perderé todo lo que me ha costado una vida conseguir. Ni siquiera sé si la solución a todos mis males, la venta de mi patente, se va a producir antes del embargo. Mi mujer me ha dejado porque no aguanta verme fracasado y se ha ido a vivir con su familia dejándome sólo como la una, en fin ¿no le parece que tengo mala suerte?

-¿Mala suerte? –se preguntó la voz deliciosa de manera tal que parecía un elixir o un bálsamo capaz de curar cualquier herida.-.

-Bueno, tienes razón, no me tendría que quejar, porque hay gente que lo pasa peor que yo.

-No tiene nada de malo quejarse un poco si hay confianza- sugirió la voz celestial, sacando sabiduría de algún tipo de enseñanza mística-.

-Como te agradezco que seas tan comprensiva y cariñosa conmigo. Hacía años que nadie, ni mi propia esposa, me comprendía tan bien como tú, sin regañarme o acusarme de estúpido o prohibiéndome preocuparme en vez de ser el consolador oficial.

-¿Consolador oficial? –se interesó ella-.

-Si, teniendo que ganar dinero y cuando lo consigo es mi deber y cuando no lo consigo es mi torpeza y mala cabeza.

-¿Mala cabeza? -sugiere ella con incredulidad.

-Tienes razón, quizá hago lo que puedo y el problema es mío por no dejarme ayudar y quererles tanto por obligación que ellos no tienen la necesidad de ganárselo. Es que a veces soy un gilipollas.

-¿Gilipollas? –pregunta como corrigiendo la auto-critica-.

-Otra vez me llamas la atención. Es verdad, a veces, sobre todo en lo personal no me hago de valer, me acomplejo, estoy inseguro de merecer amor.

-¿Merecer amor? –pregunta extrañada.

-No pienses que intento ligar contigo por un momento –le dijo a la voz Don Roberto, asustado, no tanto de que se pudiera interpretar sus sentimientos, sino de estar teniéndolos realmente.

Dicen que en un momento, en un primer instante al que asistiremos como por casualidad, ocurre todo lo que nos va a trasformar sin saberlo.

Empezaba a sentir ganas de prolongar la conversación, de relamerse en ella, en expandirla en nuevas confidencias, en jugar a tener esperanzas de amor redentor.

Pero la voz, de pronto propone finalizar la conversación debido a que se ha alargado el tiempo más de lo debido.

-¿Cuándo podría volver a hablar contigo? Porque eres la persona con la que he hablado con más confianza y placer en la vida?

-Pronto -dice ella con su dulce amabilidad , incapaz de defraudar o molestar-.

-¿Cuándo es pronto? Esta tarde, mañana, esta semana…

-No te enfades conmigo –dice la vocecita musical, que ha captado la rabia que contiene la impaciencia-. Pronto es cuando pueda, no está en mi mano proporcionar más exactitud.

-Perdóname, no tengo derecho a incomodarte, llámame si quieres cuando puedas.

-Cuando pueda lo haré –promete la voz eludiendo decir “cuando quiera” para que Don Roberto no pueda zozobrar en la duda de si querrá o no querrá.

Pasaron unos meses terribles, comenzaron a llegar cartas de apremio del juzgado amenazándole con el desahucio. En una cita del INAEM se olvidó de recoger el justificante de entrevista y le amenazaron con retirarle la paga de desempleo. La factura de gas del invierno de pronto se manifestaba en primavera. La patente atascada. Su mujer, que había quedado con él en un bar para tomar un café y hablar, lejos de arrepentirse y pedirle perdón le exigía muebles o compensación económica bajo amenaza de juicios. En una entrevista que por fin había tenido para un trabajo acorde a sus méritos había fallado en último momento porque habían preferido a una persona más joven y entusiasta que por lo visto no tenía tanta experiencia pero estaba mejor preparado. Para colmo el estrés le estaba causando molestias de estómago día sí día también.4

Pero cuando su grado de agobio era más alto le volvió a llamar Elena y la magia se volvió a producir de nuevo y quizá fue el contraste que tiene el bien cuando de fondo esta el mal, será la turbulencia imparable de la necesidad, será el milagro de la vida a pesar del viaje a la muerte, el caso es que se sintió tan bien tratado, escuchado y comprendido que lloraba de amor y agradecimiento.

-¿Por qué lloras? –le dijo ella

-Porque soy la persona mas feliz del mundo gracias a ti.

-Me alegro mucho –replico el ángel- pero ahora tengo que dejarte…

-No me mostraré ansioso de que vuelvas a llamarme porque veo que te has acordado de mí…

-Me he acordado, sí…

Se interrumpió algo bruscamente la conversación, pero Don Roberto lo interpretó como que ella también sentía lo mismo y por vergüenza o por éxtasis, no podía proseguir la conversación. No se molestó, no, porque el embeleso y la sensación de enamoramiento eran más fuertes que cualquier contrariedad.

Don Roberto estaba ensoñando maravillas, en vez de estar arreglando el conmutador de onda que estaba fallando últimamente, cuando recibió otra llamada.

-Sí, cariño… -se le escapó-

-No soy tu mujer, cabrón, que soy tu compañero de Galicia en la exposición de China del verano pasado. ¿Te ha gustado mi psiquiatra?

La pregunta le dejó helado, porque presuponía una respuesta horrible: Elena era una máquina y el un tonto de remate.

-Ah sí, -pudo finalmente balbucear- da el pego.

-Te agradezco tu opinión de experto, me da ánimos, oye tu, que los chinos no me compraron la patente. Por lo menos un colega aprecia mi trabajo y como te había prometido que te la enseñaría por eso te llamé con Elena. Espero que te haya gustado.

-Resulta, resulta.. –contestó sin entusiasmo Don Roberto-. Bueno que te tengo que dejar ahora que estoy muy liado con el frigoondas, ya quedaremos otro día.

Durante días y semanas, Don Roberto estuvo silencioso, desarmado y hundido. Hasta que un día su propia inteligencia y osadía intelectual le vino a salvar del apuro.

Delante del espejo, mientras se afeitaba, se avino a confesar:

-Ahora me doy cuenta que la psiquiatra en realidad soy yo mismo cuando me hablo con dulzura y me hago las preguntas adecuadas. A partir de ahora, cuando tenga un problema llamare a mi psiquiatra interior Elena y me curaré a mi mismo.


COMENTARIOS

#sagaRoberto #crisis #psiquiatra #paro #separación #depresión

Don Roberto es una persona con mucho talento, un inventor de primera, que descubre que su mérito personal no impide que las leyes del mercado le pongan en la calle, su mujer se separe de él cuando van mal dadas y muchos amigos lo vean de distinta manera cuando fracasa.

En el mercado laboral tiene muchas dificultades en situarse por tener en contra muchos factores, la edad, el exceso de conocimientos, la falta de entusiasmo juvenil, los prejuicios de los que buscan talentos.

En su caída en el desánimo recibe una llamada de una mujer con voz dulce y cariñosa que le alienta a hablar de su situación. La intervención de la voz consiste en repetir las afirmaciones de Don Roberto en forma de pregunta “¿mala cabeza? ¿merecer amor?- para que se explaye y se hable a sí mismo pensando que le habla a Elena.

Descubre el fiasco de que la llamada la hacía una máquina de su colega gallego, lo que le hunde más porque se estaba enamorando de la voz que le llamaba por sentirla empática, comprensiva y buena. Resulta que esas propiedades tan halagüeñas de la terapeuta Elena eran flatus vocis, mera voz grabada.

Una inteligente deducción le salva del ridículo patético que hace. Tiene la capacidad de hablarse con una voz tierna para curarse a sí mismo de su alma herida, tan proclive a agarrarse a un clavo ardiente por desesperación.


NOTAS TÉCNICAS

1 Ampliación: En los funerales se reúnen familiares lejanos que se abrazan llorosos para dar el pésame y luego hacen corrillo dándose noticias referentes a los años que han transcurrido y se hacen promesas de quedar con más frecuencia al tomar conciencia de la brevedad de la vida. Luego, acabado el funeral y de vuelta a la vida diaria esas promesas que se hicieron quedan en ‘agua de borrajas’.

2 Los presentes son convocados a añadir anécdotas sobre una tía o familiar pesado, mencionando lo que le hacía indigerible.

3 Un auxiliar hace el papel de la máquina-psiquiatra. Pone voz dulce y cariñosa, y su intervención es repetir en forma de pregunta el ultimo concepto que expresa Don Jaime.

4 ¿Se os ocurre alguna otra penuria que podría estar pasando Don Jaime? – Pregunta el narrador.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar