Viaje a la montaña 2018
Viaje a Leyre
Nos dirigimos al Monasterio de Leyre, cerca de la cabecera del pantano de Yesa, en una furgoneta de la Cruz Roja, conducida por nuestro veterano conductor Angel, que nos ameniza el viaje con anécdotas de carreteras que en las que ha participado en su construcción, pueblos en los que ha pernoctado y comido a gusto, casas y campos de los que sabe su procedencia, defectos de señalización y fenómenos naturales varios. El otro vehículo esta conducido por Arturo, voluntario por un día, que ha colaborado en nuestra excursión con un coche alquilado.
Se nos encoge el alma al ver kilómetros del pinares infectados por la procesionaria, con las ramas anidadas con los copos blancos de las larvas, moteandos de una falsa nieve venenosa que les dan un aspecto siniestro y fantasmal.
Hacemos una primera parada táctica en Castiliscar, pueblo de origen de José Ramon, que ufano nos muestra el panorama entrañable de su terruño, se acerca a la casa de su tia la Maria por si esta, y nos agasaja con unas tortetas de manteca buenísimas de la panadería Arrese. En su euforia nos deleita con el tonillo aragonés que se estila en el lugar, que guardaba en el recuerdo sonoro de su corazón
En el monasterio nos encontramos una nieve suave acompañada de viento que azota nuestras caras para despejarnos y nos encontramos con Javier Laguna que nos invita a visitar los alrededores y nos indica el camino de arrancada de la fuente de San Virilo, aunque nos desaconseja ir debido al previsible estado resbaladizo y embarrado del sendero.
Cuando le indicamos nuestra intención de comer en el merendero del exterior, se apiada de nosotros y nos deja la llave para que podamos comer nuestro refrigerio en una sala de espera a resguardo de la nieve y el tiempo frio desapacible.
Nos hacemos nuestros bocadillos de lomo, jamón y tortilla y nos deleitan Pachu, Arturo y Javi con piezas de piano.
El Padre Javier renuncia a su siesta y nos enseña la cripta en la que esta asentada la iglesia, y le preguntamos sobre la vida monacal. Nos explica con sencillez su tipo de vida que arranca con maitines a las 6 de la madrugada con recitado de salmos acaba en vísperas con gregoriano. Su rutina diaria de rezos y trabajo (ora et labora). Le preguntamos sobre la vida rutinaria y sobre el silencio y nos explica con sinceridad que a días se hace muy pesado y otros ligero, que el silencio interior a veces tiene mas ruido del que se desearía y que el aislamiento del mundo, especialmente la familia se hace duro de llevar, que alguno monjes no aguantan mucho este tipo de vida y se van, y que las vocaciones han disminuido y ahora son una veintena, muchos de los cuales ya tienen cierta edad y dificultad para entonar salmos. Nos aclara que el canto refuerza el sentido y el sentimiento y que unas veces es alegre como aleluyas de pascua o tristes de adviento.
Como se ha creado un ambiente de confianza nos atrevemos a preguntarle temas espirituales y con espontaneidad tenemos un debate teológico sobre porque antes de algo podía no haber nada, si la creación del hombre comienza con el bigbam o con la insuflación del alma en los primeros homínidos homo sapiens, si el tiempo para dios es distinto que para los humanos, por lo que una vida, aunque contuviera desesperación o error o mal, es un segundo de libertad para Dios que permite, pero que limita “inmediatamente” según el reloj de su tiempo infinito. Debatimos sobre si su presencia invisible está detrás nuestro incluso en caso que estamos desesperados por las desgracias, la naturaleza de los ángeles y los demonios que se rebelan contra dios usando mal su libertad tal como la usamos mal los humanos en menor medida, y algunos, inquietos de que al diablo se le deje actuar, aclara que no es con permiso divino, sino mediante el uso de su libertad de acción a la que en su momento, como más poderoso, pondrá fin en su momento (momento que en los términos de eternidad es casi un instante).
También nos aclara que la eternidad del bien supremo no es aburrida tal como piensa Javi, sino infinitamente variada, por lo que la felicidad esta garantizada, eso si, en otro mundo de orden más elevado que el corpóreo finito que padecemos transitoriamente.
Iluminados y confortados con este debate teosófico queda compensada de sobra la falta del descanso después de comer, porque tiene sentido comunicarse con nosotros contactando con la predica y el testimonio paulino, y de paso salir del silencio, del mundo reducido y contactar con nosotros. Nos abrazamos y despedimos con agradecimiento por el momento compartido y su amabilidad.
Sigue nevando, así que renunciamos a recorrer el sendero y nos dirigimos a Sos del Rey Católico. Mientras esperamos a la guía turística que abrirá con sus llaves lugares increíbles y nos enseñara las calles y edificios señalados, datando momentos históricos del lugar, tomamos un café en el la terraza acristalada de un bar colgado al paisaje del Norte de Sos, enseñándonos un espectáculo de colores invernales, prados tiernos, ovejas paciendo, primeros brotes de los almendros.
En Sos visitamos el barrio de la judería, con sus portales con huecos en los que colocar libros sagrados plateados para rezar al salir de casa, unos con cruz de conversos encima y otros expulsados por no tenerla, de la vuelta de la Safard de los descendientes a los que han otorgado doble nacionalidad, los lugares en los que se bautiza o vive Fernando el Católico, las iglesias y las criptas, los mercados con las muescas en la piedra de la vara de medir y las balanzas de mercados, las casas según los siglos y las modas arquitectónicas. El frio gélido nos hace ir deprisa por el recorrido exterior y nos demora en los patios y recintos en los que nos reconformamos y mostramos más interés pormenorizado.
Nos dirigimos a Ejea para alojarnos en una fonda y cenar un menú suculento (cogollos, verduras a la aragonesa, sopa, pollo empanado, gallos a la andaluza). Intentamos buscar unos billares que figuran en Google, pero no logramos encontrarlos, no sabemos si por estar cerrados o arruinados, porque hoy en día los negocios a veces sucumben a la velocidad con la que los alquileres de los rentistas suben por las nubes y los ventiscos de la crisis.
Tampoco vemos pubs ni bares abiertos, asi que tal como hemos ido a paso ligero a buscar contra la resistencia del viento frio, volvemos a toda prisa a descansar al hotel.
Hace tanto frio que después de cenar en el hostal de las 4 esquinas, nadie quiere salir a dar una vuelta.
Por la mañana una guía de turismo del ayuntamiento de Egea nos acompaña a dar una vuelta por algunos lugares señalados del lugar. En la iglesia del Salvador nos ilustra sobre las fechas de construcción de la iglesia y el significado de las figuras del pórtico, relacionadas con la confesión se que realizaba antes de entrar y el recordatorio de los pecados que debían confesarse (la lujuria de la bailarina Salomé, en plena contorsión con la cabeza hacia atrás con los cabellos que le llegaban hasta el suelo; nos enseña las marcas de cantero, que señalaban a quien y cuanto había que pagar, y los espectaculares retablos que eran como el comic de la época para los que no sabían leer, pero si ver.
Recorremos Mediavila, admirando las casas de los adinerados de la época, semipalacios por el tamaño, con sus gruesos muros y generosos ventanales. Visitamos el antiguo mercado, con sus porches para guarnecer a los mercaderes.
Tenemos que comprobar varias veces que el humo del tabaco no le llega a nuestra guía, que padece una especie de alergia o tirria.
Luego visitamos otra iglesia de Santa María con magníficos retablos dedicados a Santa Tecla, y observamos con horror que la delatora de la Santa es la propia madre, y que los tormentos fueron crueles, desde pasar por fuego, descuartizar y dar las carnes a los perros. Al enemigo hay que destruirlo carnalmente para que el ejemplo perdure en el tiempo y arrase la memoria.
Nos enseña un cristo de realismo portentoso, ya que se represente como sufriente, en vez de triunfante o redentor.
Comemos un delicioso menú en La Terraza del Parque, en un restaurante cuyas comunican con los jardines, proporcionando un espectáculo magnífico de césped tierno, pinos frondosos y árboles en flor. Destaca el San Jacobo realizado con berenjena, las cazuelillas de legumbres a la aragonesa y las carnes asadas.
Luego visitamos la Estanca del Gancho, con su paseo que lo circunvala, dando sosiego y favoreciendo la digestión de la opípara comida. Vemos los pájaros que pueblan el lugar y saludamos a los paseantes que comparten la misma cordialidad e euforia que proporciona la sabia combinación de agua y pinares.
Luego visitamos Aquagraria, dedicada a la glorificación del agua y a la agricultura. Las máquinas de siega, trilla, y toda clase de tareas agrícolas van apareciendo ante nuestros ojos asombrados de tanto ingenio mecánico. Las más antiguas van acompañadas de fotografías que nos retrotraen a tiempos pretéritos en los que nuestros antepasados se “deslomaban” de sol a sol en tareas duras, pero a la vez con la satisfacción del deber cumplido. Las grandes máquinas de la época industrial son imponentes y un dec
hado de ingenio volcado en lo útil (en vez de lo inútil como podría pasar en otras circunstancias, por ejemplo de guerra). Nos permiten subir al volante de las maquinas, retratarnos y observar los servomecanismos, tratando de adivinar por donde entran los cereales, donde se recoge el grano o cómo se empaca la paja. Cenamos en Gratal, donde nos agasajan con un helado de manzana en lecho de migas mojadas en leche con canela.
Este segundo día, nos atrevemos a dar una vuelta nocturno a un bar de copas y dardos, y eso que el frio y el viento se oponen lo suyo.
Al día siguiente nos dirigimos a Uncastillo. Julian, el guía, nos espera y nos enseña Santa María,
Con su pórtico para pecadores con su correspondiente Salomé, pero también luchas entre el león y la serpiente, los músicos y los amancebados, que nos deleitan con poses eróticas y nos producen asombro.
Nos enseña Julian los tesoros de San Martin, las casullas con sus hilados de oro, relicarios, copones y báculos de plata, piezas de incalculable valor que nos muestran la importancia que ha llegado a tener la religión en su momento. Vemos un documental dentro de la propia iglesia que es un panegírico de la fe del picapedrero, sin el cual, tantas arquitecturas asombrosas no serían posibles. En el Ayuntamiento nos enseña las verdaderas gárgolas del edificio, guardadas para que no las acaben de estropear las inclemencias del tiempo. Descubrimos con horror que algunas de ellas fueron esculpidas en vertical, dejando las vetas expuestas a las corrosiones naturales en vez de haberlas tallado con las placas apiladas. Los suelos de cantos, para limpiar las herraduras de las caballerizas, tienen una buena extensión del patio.
Vamos a comer a Uncastello, donde probamos el magnífico plato de ternera a las hierbas y los pasteles d
e requesón, que están buenísimos.
De vuelta para casa paramos en el chalet de Ángel, el conductor, que ha construido con sus propias manos un mundito de arcos, fuentes, animales en piedra que pacen o saltan. Nos admiramos del resultado de tantos años de esfuerzo y nos prometemos organizar alguna merienda en este lugar gótico-grotesco en mejor ocasión.